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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Txapote votará a Sánchez y a Marlaska

Estoy segura de que estos ciudadanos de bien, bien blanqueaditos, mandarán la papeleta de su voto por correo para asegurarse que la inmoralidad –Pedro Sánchez– que les ha llevado a tener un pie en la calle de su pueblo continúe en el Gobierno de España

A Txapote, a su novia Amaia y a otros 173 etarras, muchos de ellos con las manos chorreando desmemoria y sangre, no les han trasladado al País Vasco. O no solo. Digámoslo ya: en España no hay únicamente cárceles españolas, hay cárceles vascas, que no son exactamente españolas, sino que pertenecen a un modelo penitenciario distinto y que son la moneda de cambio para que un presidente del Gobierno duerma en Moncloa. Por tanto, cuando a estos asesinos el ignominioso Fernando Grande-Marlaska los traslada al País Vasco o Navarra no solo disfrutan de un privilegio inadmisible, por muy legal que sea, sino que dejan de depender de la Dirección de Instituciones Penitenciarias de España, para acogerse al régimen de impunidad que les procuran los que consideran que fueron un poco malos, solo un poco, pero que la causa lo justificaba: el PNV, gracias a las concesiones de su delegado en Madrid, Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

El presidente socialista le ha entregado las llaves de las cárceles a Íñigo Urkullu, una suerte de Sánchez con acento vasco y, como él, sin un principio conocido. Para materializarlo, necesitaba a alguien sin un ápice de dignidad democrática y nadie como Grande-Marlaska, un exmagistrado que un día muy lejano luchó contra la banda pero que ahora suma todas las tropelías que el sanchismo atesora en su ADN: falta de escrúpulos, tono chulesco, déficit de transparencia, gestos autoritarios y arbitrariedad política. Del revés que le ha dado la sala de lo Contencioso del Supremo declarando nulo el cese del coronel Diego de los Cobos no se hubiera recuperado ningún político medio decente. Fernando ahí sigue, insultando a De los Cobos porque no le informó de una diligencia judicial y, aunque no lo confiese, porque no se plegó a ponerle un sistema de seguridad particular a los marqueses de Galapagar.

Pero uno de los servicios más inmorales que ha hecho a su jefe ha sido afinar los expedientes de acercamiento de presos etarras para que la Justicia no le pueda decir ni mu. Los dos miran para otro lado y si hace falta, y el tiempo o Feijóo no lo remedian, girarán la cabeza 180 grados con la facilidad de la lechuza cuando los matarifes salgan de los spa que les ha montado la Consejería de Interior vasca, con solo una firmita en un embuste de arrepentimiento como es la vía Nanclares (o ni eso), y paseen por las calles, escupiendo al paso a los huérfanos y a las viudas de sus víctimas.

La pareja de etarras Txapote y Amaia ya consiguieron que Zapatero, allá por 2009, les permitiera estar juntos en la prisión de Texeiro, en Coruña, porque dos tortolitos como ellos tenían que disfrutar de vis a vis, fruto del cual tuvieron a sus dos hijos, los que no pudo tener Miguel Ángel Blanco al que estos dos pistoleros pegaron dos tiros a cañón tocante, tras atarle las manos a la espalda. Cuando fueron juzgados por la muerte del concejal del PP en 1997 se mostraron muy orgullosos del secuestro y del asesinato y mantuvieron una actitud matonil, sin colaborar un ápice con el esclarecimiento de 300 asesinatos impunes. Según la sentencia, la parejita saldría de prisión en nueve años, y pelillos a la mar.

Antes, los señores de Txapote habrán pedido a su centro penitenciario un formulario para reclamar su derecho al voto en las elecciones del próximo diciembre. La cárcel-balneario solicitará a Correos la documentación necesaria con tiempos más estrictos que los que estamos en libertad. Y estoy segura de que estos ciudadanos de bien, bien blanqueaditos, mandarán la papeleta de su voto por correo para asegurarse que la inmoralidad –Pedro Sánchez– que les ha llevado a tener un pie en la calle de su pueblo continúe en el Gobierno de España. Porque a esta inmoralidad todavía le queda el último acto y, por sus obras los conoceréis, presiento que Sánchez está dispuesto a rubricarlo: que Txapote y señora tomen el próximo turrón en casa.