Superyol
La comunista de modos suaves pero alma totalitaria no tendrá el menor escrúpulo en convertir al hoy presidente en su más ilustre cadáver político. Que tiemble Sánchez
Ayer salió Superyol al Magariños, de blanco fantasma, tras una campaña de publicidad fabulosa, gratuita, y basada en un futurible que su inmediato pasado desmiente: su tirón electoral, su liderazgo de masas a la izquierda del PSOE y sus buenas artes de gestora. Todo ello aventado por un embustero demoscópico, Félix Tezanos, que la ha transformado en el bálsamo de Fierabrás con el que Pedro Sánchez pueda ungir sus heridas, infligidas por aquellos que no le iban a dejar dormir pero a los que terminó entregando el Código Penal, el Presupuesto nacional y cinco sillas en el Consejo de Ministros. El 2 de abril empieza todo, decía la cartelería de Superyol, en sintonía con la pedantería y narcisismo de su proyecto político basado en un «proceso de escucha» que ha consistido básicamente no en oír los problemas de la gente, sino en escuchar a los periodistas progres a los que ha adulado en los reservados de los restaurantes de Madrid a cambio de una entrega incondicional y vomitiva a su objetivo.
Solo cuando ella rompió hace un año con la tutela de Pablo Iglesias (que rechaza hoy pero que entonces no hizo ascos), el tertulianismo progre empezó a atizar a los líderes de Podemos. Sánchez dio permiso a sus gacetilleros de cámara para que se enfrentaran a Iglesias y apostaran por Yolanda, lo que explica que el líder podemita arremetiera contra los medios que antaño le masajeaban, a los que empezó a tildar de «prensa de las cloacas». Moncloa percibió el olor a cadaverina que Podemos desprendía tras su «bunkerización» por el 'solo sí es sí' (como si Sánchez no fuera el verdadero responsable de esa nauseabunda chapuza legal), y eligió un bluf con mechas al agua como compañera de ticket, que había callado la boca de gran parte de la prensa impostando su cansina sonrisa y sus discursos de Barrio Sésamo, engañando a los españoles con las listas de parados, regando con dinero público a los sindicalistas compañeros de su padre y anestesiando a los empresarios con carantoñas y fotos.
Está por ver si Su Sanchidad acertó. La apuesta es arriesgada porque corre dos riesgos: que la fragmentación en tres pedazos –PSOE, Podemos y Sumar– le prive de la mayoría para gobernar o que Superyol le robe votos y se convierta, cuando las urnas liquiden a Sánchez previsiblemente dentro de ocho meses, en su sustituta natural –ayer ya se autoproclamó la primera presidenta (olvidó decir del Gobierno) de España–. En ese caso, la comunista de modos suaves pero alma totalitaria no tendrá el menor escrúpulo en convertir al hoy presidente en su más ilustre cadáver político. Que tiemble Sánchez; para empezar, ha perdido ya hasta el apoyo de Jorge Javier Vázquez, que ayer acudió al Magariños a aplaudir a la líder de masas con una chupa de obrero de la milla de oro. Con abandonos así, es imposible que Pedro levante cabeza.
El yolandismo es un fenómeno disparatado que solo ha podido crecer en una España tan delirante como la que sufrimos y únicamente en esa clave se entiende la megalomanía de ayer, donde la izquierda pija que come en los mejores restaurantes de Madrid, se peina en las peluquerías de postín, se viste con las firmas más elitistas del mercado, apoya a los supremacistas catalanes y vascos, e impone los derechos de las minorías homosexuales, trans o animalistas sobre los de las mayorías que no llegan a fin de mes, se pueda presentar como la propuesta proletaria a la que deberían votar los currelas de Parla, los ganaderos de Lalín o los autónomos de una mercería de Tarrasa, donde bien conocen el paño. Que el fracasado Alexis Tsipras, Garzón, Errejón, Mónica García, Ada Colau, Carla Antonelli o Rita Maestre conformen, con el rey de la telebasura, la masa crítica de Sumar hiela la sangre.
Pero que no desespere ninguno. La especial inclinación de Yolanda por dejar muertos a su paso sin que se note también los mandará a ellos a la morgue si fuera necesario, como hizo con Anxo Garreiro, Xosé Manuel Beiras o Pablo Iglesias. De la memez de ayer solo nos queda una cosa clara: la manicura de Superyol es más chic y afila más las uñas que la que hacen en Galapagar.