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HorizonteRamón Pérez-Maura

Venían a asaltar los cielos

Sánchez tiene que estar muy desesperado apoyando la creación de una nueva formación de izquierdas, ubicada más a su izquierda, en lugar de intentar sumar toda la izquierda en el PSOE como hizo Felipe González en 1982

¿Recuerdan la chulería con la que Pablo Iglesias nos anunciaba que iban a asaltar los cielos? Hay que reconocer que en lo que ha estado a su alcance han cumplido. Con su cuota de poder han conseguido hacer leyes disparatadas como la del 'solo sí es sí' que ha puesto a violadores en la calle; han conseguido que no se pueda responder a una sencilla pregunta como la de «¿qué es una mujer?»; han dado derechos a los animales dejándoles así en mejor posición que a los seres humanos. Porque una persona tiene derechos y obligaciones, mientras que los animales sólo tienen derechos gracias a este Gobierno; han suprimido la zoofilia como práctica perseguible por la ley… Casi lo más positivo de todo ha sido el comunista Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida. Porque hay que reconocer que Garzón como ministro de Consumo no ha hecho nada. Lleva tres años mirándose al espejo y mejor que sea así porque las pocas cosas de las que ha hablado como iniciativas –dejar de comer carne obligatoriamente, regular la publicidad de diferentes productos, obligar a congelar precios de la cesta de la compra– siempre pasan por hacer uso de su poder para prohibir. Jamás para dar más libertades. Y es que, a los comunistas, lo de prohibir les pone.

Yo creo que a estas alturas está claro que el núcleo duro de Podemos está encantado con su actuación gubernamental. No se retractan de nada. Ni cuando es evidente que se han equivocado. Pero cuando se analiza la realidad de la situación interna de Podemos las razones para estar felices son mucho más cuestionables. Empecemos por recordar aquellas fotos fundacionales de Podemos. ¿Dónde está Carolina Bescansa? ¿Dónde Íñigo Errejón? La lista podría alargarse. Lo que sabemos es que el paso por el poder ha provocado una ruptura brutal en la extrema izquierda española. Y eso ha servido para hacer algo sin precedentes en democracia: han fundado un partido desde el poder. Porque en democracia lo normal es que fundes un partido y vayas progresivamente ganando posiciones –o no– hasta llegar al poder. Pues en España no.

La desintegración de la extrema izquierda ha servido para que Sánchez les ofrezca su apoyo para reformular ese ámbito político. Y así, exactamente igual que en tantas dictaduras, se ha fundado un nuevo partido no desde la calle sino desde el Gobierno de la nación. Con un par.

A estos revolucionarios que vienen a asaltar los cielos les suele suceder lo que le pasó al Pablo Iglesias de la hora presente: que cuando llevan un rato corto en el despacho ministerial –en su caso en la Vicepresidencia del Gobierno– descubren repentinamente que es mucho más fácil hacer propaganda política que gobernar. Y que cuando gobiernas y haces las leyes más sectarias de la historia y las de una radicalidad sin comparación posible dentro de la Unión Europea, te mirarás al espejo y te quedarás muy contento. Pero cuando de tus filas salen muchos corriendo en cualquier dirección es que algo va mal. No ya para España, que por supuesto. Algo va muy mal en tus propias filas. Y Sánchez tiene que estar muy desesperado apoyando la creación de una nueva formación de izquierdas, ubicada más a su izquierda, en lugar de intentar sumar toda la izquierda en el PSOE como hizo Felipe González en 1982. Y, electoralmente, no le pudo ir mejor.