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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Al final se reirán los andaluces...

Mientras en TV3 se chotean de Andalucía con el peor estilo, lo cierto es que va para arriba mientras Cataluña se estanca por la obcecación separatista

TV3 es el mayor cañón de propaganda separatista. También el más caro. Aunque eso les da igual, porque la cadena se sostiene con los fondos de la Administración autonómica, que dilapida sin problemas (dado que se da el sarcasmo de que la región ha sido rescatada de facto por ese Estado que los actuales mandatarios catalanes pretenden destruir).

En TV3 han emitido esta Semana Santa unos chistes faltones contra los andaluces, mofándose de manera facilona de su acento y de la Virgen del Rocío. Nada nuevo. Todo un clásico del separatismo. Inolvidables los escritos al respecto durante los años setenta de un joven jabato del nacionalismo, un tipo de alma racista, un tal Jordi Pujol. «El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es un hombre destruido», filosofaba el futuro defraudador fiscal y «muy honorable» presidente autonómico.

Faltarles al respeto a los andaluces desde TV3 no solo es de mal estilo, sino que supone una estupidez. Cataluña despegó en el siglo XX en buena medida gracias al trabajo y al ingenio de los incontables emigrantes llegados desde Andalucía. Incluidos los ancestros de figuras nacionalistas como Rufián (de padres y abuelos granadinos y jienenses) o Hernández, el entrenador del Barcelona (de padre almeriense).

Todo indica, además, que la última risa en esta historia va a ser la de los andaluces, porque se acumulan los indicios de que su comunidad está despegando, mientras la región de las chuflas de TV3 se estanca, debido al lastre de la obcecación separatista. La maravillosa Cataluña, importantísima por tantos motivos, se ha vuelto crecientemente antipática para el resto de España. Y es una lástima.

Tal vez Moreno Bonilla se pone un pelín hiperbólico cuando habla de «milagro económico andaluz», pues la región sigue liderando el paro: 19 % frente a 13 % de media española. Pero una vez que se ha liberado de la rémora del socialismo, lo cierto es que Andalucía está acelerando. Es como si estuviese eclosionando al fin su potencial, el de un paraíso medioambiental, la famosa «California española». Es además la región más populosa de España, con 8,4 millones de vecinos y dos locomotoras de más de medio millón de habitantes, Sevilla y Málaga. Su pirámide demográfica es la más sana en un país de viejos. Se ha convertido en líder española en exportaciones agroalimentarias, desplazando precisamente a Cataluña. El crecimiento se ha situado en los últimos cuatro años por encima de la media nacional y el sector servicios está creciendo también más. Andalucía ha iniciado el año batiendo su récord histórico de exportaciones. Algo bueno se está moviendo. Hoy, Cataluña ya tiene peores cifras de abandono escolar que Andalucía.

El poderío andaluz no es nuevo. Sevilla fue en su hora la cabeza económica del imperio español. Andaluces son algunos de nuestros genios universales (Velázquez, Picasso, Falla, Lorca), o estadistas como Cánovas, Miguel Primo de Rivera y González. O artistas que pellizcan el alma, como Paco de Lucía y Camarón; la Niña de los Peines y Rocío Jurado; Belmonte, Curro y Morante... Andalucía es, como bien supo señalar Ortega, la región española «con una cultura más radicalmente suya». Pero en lugar de sumirse en una tontuna identitaria excluyente, se ha abierto siempre y se dado al país de todos, convirtiéndose en nutriente medular de la propia idea de España.

¿Por qué le va a ir muy bien a Andalucía y mal a la altiva Cataluña si no vira de una vez su rumbo? Se puede responder con otra pregunta: ¿Dónde preferiría irse a trabajar un ejecutivo de cualquier región de España, a Málaga, donde se integrará sin problema alguno desde el minuto uno en una ciudad extraordinaria; o a Barcelona, otra ciudad espléndida, pero donde tendrá que soportar todo el coñazo que impone el nacionalismo, empezando por el rodillo lingüístico? Pues eso…

Así que yo aprovecharía TV3 para hacer más humor autocrítico y menos escarnio de cejas altas contra los andaluces.