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Unas líneasEduardo de Rivas

Cuestión de perspectiva

Hemos llegado al punto en el que la duración de la batería del móvil es inversamente proporcional a la vida social de cada cual

Hace unos días me invitaron a una de las exposiciones que están de moda en Madrid, una muestra de arte moderno en la que te diviertes jugando con las obras en vez de con la creación del artista. Porque en eso consiste ahora la maestría, en la capacidad que tiene alguien para vender una moto y cobrar por ella una auténtica morterada en vez de valorar cómo plasma la realidad.

Entre juego y juego rodeado de globos y pelotas de plástico –cada uno de ellos cuidadosamente preparado para que los visitantes colgasen sus fotos en Instagram–, llegué a un pasillo oscuro en el que salían pompas de jabón de las paredes. Por un momento, dejé de mirar el escenario y me fijé en los que presenciaban el espectáculo a mi lado. Ninguno de ellos miraba lo que ocurría con sus ojos y todos lo hacían a través de la pantalla de sus móviles.

Todos en algún momento tiramos de cámara de fotos para tener un recuerdo, pero hoy la sociedad no siente, no se conmueve, no se emociona si no tiene su smartphone en la mano. Solo hay que ver a Benzema lanzando un penalti en el Bernabéu para ver cómo los aficionados no están viendo el disparo sino grabándolo, como si no hubiera una retransmisión televisiva con la que pudieran recrearse una y otra vez al llegar a casa.

Es algo que se comentó mucho tras la fotografía que se hizo viral de la histórica canasta de Lebron James. El jugador de los Lakers se convertía en el máximo anotador de la NBA y solo una persona presenció la jugada con sus propios ojos, mientras el resto hacía fotos y vídeos. Recordarán siempre que estuvieron allí pero no podrán recordar lo que vieron porque en realidad no lo vieron. Estaban mirando a su móvil y vieron a Lebron anotar como lo han hecho infinidad de veces en vídeos de Twitter.

Nuestra dependencia de la tecnología ha llegado a un punto sin retorno en el que la duración de la batería del móvil es inversamente proporcional a la vida social de cada cual. Cargar el teléfono una vez al día se ha convertido en una utopía para algunos, que no pueden pasar diez minutos sin tenerlo en sus manos aunque no haya sonado. Ya sea para hacerse un selfie, un vídeo a Benzema o un montaje para colgar en las redes sociales, cualquier excusa es buena. Y mientras esas personas viven la vida a través de sus móviles, la vida de verdad transcurre a su alrededor. Será cuestión de perspectiva.