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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ni caso al sanchismo: vaya donde le dé la gana

¿Qué derecho tiene la izquierda mediática y política a prohibir que visite su país un hombre que no está acusado y ni condenado por nada? (y aunque lo estuviese)

La famosa Nueva Política que venía a regenerar la democracia española fue todo un éxito… Acabó provocando mayor inestabilidad, un Gobierno rehén de los peores enemigos de España, una democracia más marrullera y algunas prácticas de acoso que pisotearon algo vital: la presunción de inocencia. Ha habido demasiado golfo en España y bien enchironados están todos los que han sido pillados y condenados con pruebas. Pero también ha habido casos de pura caza de brujas. El furor justiciero de personajes como Albert Rivera o el primer Iglesias Turrión alentó un clima de castigo preventivo que le costó su reputación y sus puestos a personas a la postre inocentes en tribunales. Existen numerosos ejemplos de vidas arruinadas por la pena de telediario.

Uno de los arrollados por la liquidación de la presunción de inocencia fue el abogado lucense José Ramón Gómez Besteiro, de 55 años, en su día estrella emergente del socialismo gallego. Una jueza de ejecutoria chiflada, hoy apartada por el Poder Judicial por sus dañinas excentricidades acusatorias, lo crujió a pleitos y tuvo que dejar su puesto como líder del PSOE gallego. Andando el tiempo se probó que no había nada de nada. Eran todo fabulaciones de una magistrada de mente iluminada. Ahora Besteiro ha sido políticamente rehabilitado por Sánchez, que lo ha nombrado flamante delegado del Gobierno en Galicia.

Sin embargo, ese mismo Sánchez, su Gobierno y su coro mediático han emitido una condena perenne contra el Rey Juan Carlos, quien a pesar de conductas particulares poco ejemplares, lo cierto es que ha salido airoso judicialmente de todas las intentonas de encausarlo. En su caso no existe la rehabilitación, ni se han pedido disculpas por haberlo acosado desde el poder político.

Resulta francamente cargante que la izquierda española se dedique a marcarle los pasos de Juan Carlos I, quien sufre lo que de hecho es una pena de destierro en Abu Dabi por la presión de Sánchez (que lanzó la campaña contra el Rey en el verano de 2020 para camuflar su patente fracaso ante la pandemia). Cada vez que el anciano monarca, de 85 años, amaga con visitar su país, al que sirvió con éxito durante 38 años y 209 días de reinado, la izquierda tertulianesca frunce el entrecejo y Moncloa emite consignas contra su presencia.

Así que voy a osar a darle un consejo al viejo Rey, aunque no lo necesite: ni caso, viaje a donde le dé la gana, disfrute de su país en plena libertad, faltaría más. Regatee en las rías gallegas y en Baleares, vaya a los toros en la Maestranza y Las Ventas (y verá como ambas aficiones se queman las palmas aplaudiéndole), asista a los oficios en nuestras increíbles catedrales, goce de un grato yantar en los suculentos restaurantes de Madrid y Guipúzcoa, disfrute del cariño de los españoles y del de sus muchos amigos… En resumen: pase olímpicamente de los anatemas que emite una izquierda instalada en el rencor social y que no ha empatado con nadie.

¡Solo faltaba que un español no pueda estar en España porque no le place a Sánchez I de Tetuán!

A veces se diría que hemos arribado a la era de la estupidez.