Macron en Pekín
¿Cómo puede mediar quien ya ha tomado parte? La propuesta de paz china es una contradicción en sus términos, dirigida a salvar la cara a Rusia sin tener que renegar de sus tradicionales postulados diplomáticos. Xi escuchó y no aportó nada
Se llevaba semanas hablando del viaje del presidente de la República Francesa a China, dando por sentado que del encuentro podrían salir resultados importantes. Nadie en el concierto de los estados europeos representa mejor que Francia la voluntad de mantener una posición equidistante entre las grandes potencias. No es ninguna novedad. El comportamiento tiene tras de sí siglos de experimentación. Aunque en nuestros días se asocie a la figura del general De Gaulle, en realidad éste sólo trató de ser fiel a una tradición que venía de muy atrás. La diplomacia china, consciente de todo ello, recibió al jefe del Estado francés con especial atención, sabedora de que se le brindaba una buena oportunidad para debilitar la cohesión atlántica y europea, objetivos fundamentales de su estrategia.
Macron llegó a Pekín dejando atrás un país levantado en su contra, sin mayoría parlamentaria y con unos sondeos que reflejaban bien a las claras el altísimo nivel de rechazo a su gestión. En el plano de la política internacional el estadista francés acumula éxitos como el haber convencido a los dirigentes rusos, si bien involuntariamente, del bajo coste de invadir Ucrania; su recomendación de que la gestión de la crisis debería evitar humillar a Putin, sin duda la mayor preocupación que debemos tener en estos momentos, así como una indisimulada disposición a trocear Ucrania. El necesario entendimiento con Rusia, otra constante secular de la diplomacia francesa, bien vale llevarse por delante las fronteras ucranianas y con ellas los fundamentos del sistema de seguridad europeo. En realidad, para Francia, y no sólo para su actual presidente, los intereses nacionales pasan por llegar a un nuevo concierto con Rusia y China, objetivos que no deberían quedar supeditados a la soberanía ucraniana o la seguridad taiwanesa. De todo ello la diplomacia china es muy consciente.
Obvio es que esta política casa mal con la posición defendida por la propia Unión Europea, recogida en un discurso reciente de la presidenta de la Comisión, que destaca tanto por la claridad conceptual como por la contundencia de su tono. La Unión trata de formular una posición razonable tanto desde el reconocimiento del fracaso de las políticas seguidas con anterioridad como de los riesgos y retos que China representa para nuestros valores e intereses. Es comprensible que Europa evite volar puentes de entendimiento con su principal mercado, llamado a ser un actor político y económico relevante en las próximas décadas, pero sin olvidar tanto la importancia de nuestras alianzas y vínculos con otros muchos estados como los problemas de muy distinto tipo que China nos plantea.
Macron trató con Xi sobre la guerra de Ucrania. Quería evitar que China proporcione material militar a Rusia y buscaba un mayor compromiso en la mediación para poner fin a la guerra. En realidad ¿qué es material militar en un tiempo caracterizado por la tecnología de doble uso? ¿Cómo puede mediar quien ya ha tomado parte? La propuesta de paz china es una contradicción en sus términos, dirigida a salvar la cara a Rusia sin tener que renegar de sus tradicionales postulados diplomáticos. Xi escuchó y no aportó nada. Honró a su invitado, pero no movió ninguna de sus fichas, porque ya están en la posición que le conviene.
Macron busca establecer una relación equidistante entre Estados Unidos, Rusia y China. La seguridad de Francia, como la del conjunto de Europa, depende de Estados Unidos, pero eso es una humillación que hay que superar. Acompañado por la élite de la empresa francesa ha buscado espacios para mejorar la relación comercial y seguro que Xi se lo ha puesto fácil. China ve con preocupación la retirada de inversiones extranjeras, tanto como la creciente dificultad para hacerse con la innovación de otros. Si Francia se presta a jugar le darán facilidades, pero con sus reglas…, que a la postre supondrán un perjuicio para parte de las empresas galas.
En una pirueta diplomática Macron se hizo acompañar por la presidenta de la Comisión Europea. Aparentemente buscaba dar imagen de unidad, cuando es evidente que no la hay. El gesto supuso otra oportunidad para la diplomacia china, que no dudó en subordinar el papel de la presidenta, como si sólo se tratara de una alta funcionaria de un organismo internacional. China reconoce el papel de los estados y agradece la invitación para practicar el divide y vencerás entre los europeos.
Mientras Macron y Xi dialogaban sobre el orden internacional las Fuerzas Armadas chinas realizaban maniobras de guerra en el espacio de Taiwán, como represalia por el viaje de su presidenta a Estados Unidos. La demostración de fuerza ha sido impresionante, pero no parece haber alterado el pulso del gran estadista francés, que sin duda ha impresionado a los gobiernos democráticos del espacio Indo-Pacífico. Ahora tienen más claro, si es que había alguna duda, de cuál es el nivel de compromiso de Francia con su seguridad.
Ni qué decir tiene que su viaje ha provocado gran admiración en Estados Unidos, garante durante décadas de la seguridad europea, bombero que trata de apagar los fuegos provocados por la insensata diplomacia francesa, entre otras, en su relación con Rusia. A nadie puede sorprender que sean muchos los que por aquellas tierras se pregunten por el sentido que tiene mantener la Alianza Atlántica en estos tiempos y con estos aliados.