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Cosas que pasanAlfonso Ussía

De la regata al balconcillo

Si Don Juan Carlos ocupara su balconcillo recibiría en la actualidad una ovación aún más cerrada y prolongada que aquella de su primera comparecencia en el Palco Real

Le propongo un plan al Rey Juan Carlos I en su próxima visita a su Patria. Según las noticias, previamente pasará por Londres, almorzará en privado con el Rey Carlos III de Inglaterra –nuestro Carlos III , el Mejor Alcalde de Madrid me gusta más–, y asistirá ocupando su lugar de Rey a la coronación del heredero de Isabel II del Reino Unido –nuestra Isabel II me gusta menos–. Y de Londres volará a Vigo, para presidir y posiblemente participar en las regatas de Sangenjo, que me gusta más que Sanxenxo, por lo cual solicito humildemente perdón . Cuando Fraga Iribarne –en contra del entonces alcalde de La Coruña, el gran Francisco Vázquez–, se empeñó y logró la oficialidad del topónimo «A Coruña» en todo el territorio español, mi amigo inglés Stanley Gardner-Parva, gran aficionado a las carreras de caballos, reparó en los carteles indicadores de la A-6 camino del hipódromo de La Zarzuela, y me formuló extrañado la siguiente y simple pregunta.

–¿Por qué sólo indica la dirección «A Coruña», y no «A Valladolid», «A Salamanca» o «A Segovia»?.

– Porque somos así de lerdos–, le respondí, un tanto avergonzado. Me estoy desviando.

Mi propuesta es que el Rey Juan Carlos I, finalizadas las regatas de Sangenjo, ora en vuelo regular, ora por carretera, se plante en el palacio de La Zarzuela, ocupe su habitación, y acuda con su hija la Infanta Elena, tan taurina como su abuela Doña María y su tía tatarabuela, la Infanta Isabel, «La Chata» –el romance que le dedica Rafael Duyos es magnífico–, a sus localidades de balconcillo en la plaza de Las Ventas para asistir a una o varias corridas de la Feria de San Isidro. En ese balconcillo se sienta para escribir sus crónicas taurinas Vicente Zabala De la Serna, gran escritor de nuestra Fiesta, e hijo de Vicente Zabala Portolés, crítico taurino de ABC, mi amigo inolvidable. Con Vicente Zabala padre, fallecido en Colombia en un accidente aéreo, compartí una tarde en Las Ventas de imposible olvido. Domingo Ortega, el inconmensurable maestro de Borox, nos invitó a Vicente y al que escribe a unas fantas de naranja. Ortega tenía muy merecida fama de agarrado, y Vicente, con gran solemnidad, me informó del hecho histórico.

–Por primera vez en su vida, Domingo Ortega ha invitado a algo. Sintámonos orgullosos.

Y aquella tarde, el Rey Don Juan Carlos asistía por primera vez a una corrida desde el Palco Real. Y al aparecer recibió una ovación cerrada, y Vicente, que era más monárquico que José María Pemán, gritó:

–¡Ya era hora, coño!¡ Llevamos 40 años esperando este momento!

Don Juan reinauguró el Palco Real de la Maestranza rondeña en una goyesca de Antonio Ordóñez. Y su ilusión, incumplida, fue la de sentarse en una barrera, en una tarde de la feria de San Isidro, con su hijo, el Rey Juan Carlos y su nieto, el hoy Rey Felipe.

–La Corona tiene que apoyar sin límite ni prudencia nuestra Fiesta Nacional.

Si Don Juan Carlos ocupara su balconcillo recibiría en la actualidad una ovación aún más cerrada y prolongada que aquella de su primera comparecencia en el Palco Real. Una ovación torera del público, los toreros, las cuadrillas y los sufridos ganaderos, que mantienen sus ganaderías en las dehesas con enormes sacrificios económicos. Los memos de los animalistas y ecologistas «sandías» han hecho todo lo posible para que desaparezca ese grandioso habitante de los campos de España. Y a la presente propuesta, añado una más.

Una comida o cena en «Casa Lucio», con sus huevos estrellados. Y un partido de la Copa de Europa en el nuevo Bernabéu, a punto de finalizar sus obras. Jornadas completas para el gran Rey injustamente tratado por los resentidos que nos gobiernan. Los Reyes lo son de todos, pero en eso del fútbol, tienen sus preferencias. Y del mismo modo que el General Franco fue el salvador del Barcelona, el Rey Juan Carlos, como su padre Don Juan, y su abuelo Alfonso XIII, es merengue, en tanto que sus tres hijos, el Rey Felipe y las Infantas Elena y Cristina, colchoneros.

Millones de españoles le aguardan con los brazos abiertos.

Todos, menos los que van a votar a quienes amparan a «Txapote».

Buenos días.