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Post-itJorge Sanz Casillas

Pedro Sánchez cobra poco

Necesitamos que las cuentas de España funcionen como en cualquier hogar mediano. Es decir, que mientras no haya para fruta o verdura (sanidad o pensiones) no se nos vaya el dinero en caviar de beluga

Seguramente lo habrá visto, querido lector. Desde hace varias semanas, coincidiendo con el comienzo de la campaña de la Renta, hay un anuncio en televisión que trata de enseñarle dónde va ese dinero que aporta cada mes a la cosa común. Le enseñan a una estudiante con beca, a un discapacitado que juega al baloncesto y a una jubilada. El spot termina diciendo: «No es magia, son tus impuestos. Agencia Tributaria. Ministerio de Hacienda y Función Pública. Gobierno de España».

Cada vez que lo veo, no sé por qué, me acuerdo de las embajadas que tiene Cataluña repartidas por medio mundo, y luego del coste total de su «acción exterior», que ronda los 30 millones de euros al año. Aunque es una cifra minúscula sobre el total del presupuesto del Estado, me escuece. Como los 300 millones que nos cuesta TV3.

Inmediatamente después recuerdo una vez que compartí mesa y conversación con una personalidad importante de este país, la cual, cuando le pidieron un diagnóstico y un plan para España una vez caiga Sánchez, resumió su reflexión en la siguiente frase: «El que venga tiene que poner el país boca abajo». Y recomendaba hacerlo pronto además, en los primeros cien días de Gobierno, pues a nadie se le escapa que los sindicatos despertarán de su letargo subvencionado para denunciar, ahora sí, todo aquello que han pasado por alto en los últimos cinco años.

España es un país maravilloso, pero su viabilidad está comprometida tanto a nivel territorial como a nivel económico. Por poner otro ejemplo anecdótico de este desbarajuste, en España el Defensor del Pueblo (Ángel Gabilondo) o cualquier secretario de Estado (como Ángela Rodríguez 'Pam') cobra más que el presidente del Gobierno. Desempeño aparte, podremos convenir que Pedro Sánchez cobra poco si tenemos en cuenta que es el responsable último de todo cuanto ocurre aquí.

No se entiende cómo TVE tiene decenas de directivos completamente anónimos cuyos emolumentos superan los 100.000 euros anuales mientras el jefe del Ejecutivo o casi cualquier ministro se queda en los 90.000. Ahora replique este agravio por una treintena de secretarios de Estado, concejalías de dudosa utilidad o la propia mujer de Puigdemont, que cobra 6.000 euros al mes de la Diputación de Barcelona por un programa de televisión que tiene una audiencia minúscula: 12.000 personas.

Todo esto viene a cuento de que España necesita una revisión profunda. Que lo pongan boca abajo, vaya. En lo identitario y en lo ideológico, por supuesto, pero también en lo económico. España necesita una auditoria para que las cuentas del país funcionen de la misma forma que lo hacen en su casa o en la mía, querido lector. Es decir, que mientras no haya para fruta o verdura (sanidad o pensiones) no se nos vaya el dinero en caviar de beluga.