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El puntalAntonio Jiménez

El Gobierno que susurra a los pobres y ataca a los empresarios

Quieren que haya muchos pobres a los que subsidiar y hacerlos depender de papá Estado sin que progresen y alcancen la condición de clase media, convencidos de que cuando dejan de ser pobres subsidiados y se convierten en ciudadanos de clase media ya no les votan

Actualizada 01:30

No hay precedentes en España y en el resto de la Europa comunitaria de Gobiernos dedicados a atacar a sus empresarios con la demagogia e irresponsabilidad con que lo hace el de Sánchez.

Las amenazas del Gobierno, utilizando incluso la portada de su periódico de referencia, contra Ferrovial para impedir el traslado de su sede social de Madrid a Ámsterdam, de España a Países Bajos, lejos de conseguirlo animó a los accionistas de la compañía a votar mayoritariamente por el cambio. El intervencionismo de Sánchez rayano en matonismo político, incompatible con el ejercicio del poder en una democracia, no sólo no amedrentó a los grandes fondos de inversión y a los pequeños accionistas de la compañía sino que les animó a apoyar el traslado amparado por los Tratados de la Unión Europea.

El bofetón propinado a Sánchez por la Junta de Accionistas de Ferrovial lleva implícito un mensaje al mundo económico y empresarial nada estimulante sobre el atractivo de España para atraer inversión extranjera mientras tenga un Gobierno que se comporta de forma autoritaria y bananera, que se inmiscuye en la libertad de empresa y que pone en duda la seguridad jurídica del propio país.

Un Gobierno que critica e insulta a sus empresarios punteros, algunos al frente de compañías multinacionales, como Sánchez Galán, Amancio Ortega, Ana Botín, Rafael del Pino o Juan Roig, que cuestiona sus beneficios, hace de España un lugar poco recomendable y nada fiable para invertir por más que el listillo de Bolaños pondere las extraordinarias perspectivas económicas y grandes oportunidades del país. Ministros como Calviño y Escrivá, desatados en una espiral populista y demagógica impropia de quienes llegaron al Gobierno precedidos, por lo visto ahora, de una inmerecida fama de respetados técnicos y gestores, nada hicieron en positivo por retener a Ferrovial salvo intimidar y criticar a la compañía hasta en Estados Unidos. Y eso sí que es antipatriótico, porque la empresa mantiene miles de empleos en España.

Ante este proceder no es descabellado comparar al difunto «Gorila Rojo» venezolano que se paseaba arrogante por Caracas mientras ordenaba al alcalde caraqueño la expropiación de varios edificios con el imperativo «exprópiese, exprópiese, señor alcalde», con el Sánchez intervencionista que amenaza a los empresarios con soltarles el perro de la Agencia Tributaria y vigilarles el margen de beneficios si no se pliegan a sus deseos e intereses.

Chávez y Maduro han hecho de Venezuela un «gulag», un país invivible, y Sánchez viene trabajando desde hace tiempo para convertir a España en su cortijo particular imitando la retórica y maneras del chavismo en ámbitos de la política, la justicia y la economía.

¿Se han preguntado ustedes qué sería España con «Sanchezstein» en la Moncloa pero sin pertenecer a la Unión Europea, sin el paraguas de la zona euro y sin el control del Banco Central Europeo? No es difícil imaginárselo si tenemos en cuenta que ese cártel neocomunista que representa el Grupo de Puebla, extendido por toda Hispanoamérica desde México a la Argentina, tiene un pie a este lado del Atlántico en Unidas Podemos y su estrategia populista ha terminado siendo compartida y liderada por el propio Sánchez y algunos de sus ministros socialistas.

Y en algunas cosas coinciden AMLO (Andres Manuel Lopez Obrador), Maduro, Ortega, Kirchner, Bóric, Petro, etc. y el Gobierno de Sánchez: en atacar a los ricos, criminalizar a los empresarios, asfixiar a impuestos a la clase media y cortejar electoralmente a los pobres.

Quieren que haya pobres, muchos pobres a los que subsidiar y hacerlos depender de papá Estado sin que progresen y alcancen la condición de clase media, convencidos de que cuando dejan de ser pobres subsidiados y se convierten en ciudadanos de clase media ya no les votan porque también dejan de ser sus clientes políticos.

En palabras de Isabel Díaz Ayuso, la vicepresidenta Yolanda Díaz representa como nadie esa estrategia gubernamental: «Una ultraizquierdista populista vestida de blanco que susurra con palabras infantiles a los pobres que ella misma provoca con sus decisiones». Ciertamente, tras la sonrisa del régimen «sanchista» y del estilo fashion de la lideresa de Sumar se esconde una convencida comunista y una mediocre gestora que a pesar de sus esfuerzos por maquillar la realidad del mercado laboral con una mentirosa estadística de contratos y desempleados mantiene a España como el país con más paro de toda la OCDE y muy lejos de su tasa históricamente más baja del 7,9 por ciento en 2007. Y mientras siga atacando a las empresas como ella misma también ha hecho contra Ferrovial y susurrando a los pobres por pura estrategia electoral jamás se podrá revertir esa lamentable situación.

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