Populismo inmobiliario
Así se escribe el manual del populismo: malas políticas que acaban por perjudicar gravemente a la gente y una habilidad innegable para encontrar falsos culpables
Hace apenas dos meses se celebraron elecciones locales en Berlín. Por primera vez en 24 años arrasó el centro derecha. La CDU le sacó 10 puntos de ventaja a los socialistas, que quedaron en tercera posición. Es difícil deslindar este histórico vuelco político de la situación del mercado de vivienda en la capital alemana. Desde que el tripartito de izquierda impuso el control de precios en los alquileres, hace apenas dos años, la oferta de viviendas ha caído un 40 %. La búsqueda de un piso de alquiler en Berlín es una gincana que se puede prolongar hasta dos años; las empresas abandonan la capital porque sus trabajadores no encuentran un lugar donde vivir en la ciudad y hay crónicas de episodios tan delirantes como que se formen colas de hasta medio millar de personas para tratar de alquilar un mismo apartamento. A la vista del destrozo causado, los gobernantes de izquierda anunciaron su voluntad de empeorar aún más la situación jugueteando con la idea de expropiar hasta 240.000 viviendas. ¿Resultado? Una victoria histórica del centro derecha.
El gobierno de Pedro Sánchez ya impulsó hace poco más de un año el tope a los alquileres, que ha sido el aperitivo de esta ley de vivienda pactada urgentemente con ERC y Bildu. Estos 12 meses han sido suficientes para comprobar los efectos domésticos de este populismo inmobiliario: el mercado de alquiler en España se ha reducido un 17 % y los precios han crecido un 9 % de media, pero en algunas ciudades particularmente atractivas las subidas han superado el 20 %. Nadie cuestiona estos datos, pero nadie extrae consecuencias de los mismos, siguen empecinados en su error por pura demagogia política e interés electoral.
Llevamos cinco meses esperando a que el Gobierno arregle la chapuza de la ley del solo sí es sí con su millar de violadores favorecidos, pero han bastado un par de encuestas sobre las desastrosas consecuencias de la operación Yolanda para que Sánchez haya vuelto a agasajar a sus socios de ERC y Bildu entregándoles este bodrio para alimentar su campaña electoral. Ni Yolanda Díaz ni Ione Belarra han pintado nada en la negociación; Sánchez también le ha enviado así un recado a Pablo Iglesias: no necesita de nadie para volver a armar el muñeco de Frankenstein.
Lo mejor que se puede decir de la nueva ley es que su aplicación resulta muy incierta; lo peor es que si se mantiene de forma sostenida en el tiempo acabará por liquidar el mercado de alquiler en España. Entonces, si todavía están en el poder, harán lo mismo que sus colegas alemanes, plantearán la expropiación de viviendas. Así se escribe el manual del populismo: malas políticas que acaban por perjudicar gravemente a la gente y una habilidad innegable para encontrar falsos culpables a quien atribuir los errores propios.
No deja de ser curioso además que Bildu y ERC hayan acordado con el Gobierno una ley que nos retrotrae al modelo de alquiler franquista. En el fondo todos comparten con el dictador la misma desconfianza hacia el mercado y la misma alergia a la libertad.