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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Enfadadísima

Yolanda Díaz se siente ajena a esa manera de hacer política, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano se mantiene como vicepresidente del Ejecutivo, lo cual demuestra una altitud de cinismo que no corresponde con su bondad natural y el rigor de sus enfados

Cuando el enfado es muy profundo, es muchísimo enfado, la intensidad de la irritación y el disgusto resulta insoportable durante pocos minutos. Cinco minutos después de enfadarse muchísimo, el cabreo mengua, y la tranquilidad sonriente retorna a la expresión del enojadísimo.

Posteriormente, el enfadadísimo y el culpable de causar semejante enfado, se abrazan y se besan. El ser humano es bueno por naturaleza, y perdona los agravios.

Me hallo en trance de emoción suprema, de palpitación cardíaca que empieza a preocuparme. Yolanda Díaz jamás esperó ser nombrada a dedo vicepresidente del Gobierno. Pero el disgusto fue inevitable. Isabel Ayuso le dio una patada desde las urnas al profesor Iglesias Turrión. Y éste, vicepresidente del Gobierno encargado del funcionamiento de las residencias de ancianos durante la pandemia, dimitió de su cargo. Y con el permiso de Sánchez designó a dedo a Yolanda Díaz como su sustituta. Y Yolanda lo ha reconocido públicamente. «Cuando Iglesias me designó a dedo me enfadé muchísimo. Faltó al respeto a Podemos». Ejemplar en grado sumo. A los cinco minutos menguó el enfado, sonrió, tomó su nueva cartera, prometió lealtad en el desempeño de su cargo ante S.M. El Rey y pasó se sentirse enfadadísima a contentísima, y en el gran contento permanece.

Cuando Aznar se creyó propietario del Partido Popular y designó a dedo a Mariano Rajoy para sustituirlo, Rajoy no se enfadó nada de nada. Mostró su contento y gratitud y formó un Gobierno a su medida, que más que del Partido Popular se asemejó a un gabinete del Partido Bipolar. Consideró que se lo había ganado a pulso, y no dijo ni mú. Una gran diferencia entre la humildad de una y la soberbia de otro. Rajoy, magnífico parlamentario, fue bastante chungo como presidente del Gobierno, y le entregó el poder a su vicepresidente, Soraya Sáez de Santamaría, con el fin de tener tiempo para ocuparse de leer la prensa deportiva, y al cabo de los años, no convocar elecciones y permitir una moción de censura tan vergonzosa para él como desastrosa para España. Pero nunca se enfadó muchísimo con Aznar por designarlo a dedo. El que se enfadó fue Aznar, pero como siempre, a destiempo. Si tenemos que soportar los españoles la Ley de la Memoria Democrática que nos ha dividido a través de sus falsedades y mentiras, es por culpa de un Gobierno que con mayoría absoluta en las dos cámaras no se atrevió a depositarla en el cubo de la basura.

Yolanda Díaz, la contentísima después de enfadarse muchísimo, también habló de su presidente del Gobierno. «La forma de hacer política del jefe del Ejecutivo –no se atrevió a pronunciar su nombre y apellido– es masculina. No me gusta nada. Me siento muy ajena a esa manera de hacer política. Es decir, que siendo la vicepresidente de ese jefe del Ejecutivo que hace «política masculina», no le gusta nada y se siente ajena a esa manera de hacer política, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano se mantiene como vicepresidente del Ejecutivo, lo cual demuestra una altitud de cinismo que no corresponde con su bondad natural y el rigor de sus enfados. En dos palabras, que es más falsa que un billete de 37 euros, más fresca que Negreira padre y Negreira hijo al alimón, y más traidora que el tonto del PP de Trujillo. Ha traicionado al que le designó, a pesar de su enfado, como vicepresidente del Gobierno, al que aceptó la designación desde su presidencia del Gobierno, a las churris de Irene, a la Belarra, a la trompa de Eustaquio, a la carabina de Ambrosio y al coño de la Bernarda.

Claro, que el día que, reunidos ante nuestros padres los diez hermanos, mi madre me designó a dedo como el más gracioso de todos, yo también me enfadé muchísimo durante siete minutos y medio.