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El puntalAntonio Jiménez

No es un gobierno, es una banda

Sánchez no ha construido ni una sola vivienda social en los últimos cuatro años y ha esperado a los «minutos de la basura» de esta legislatura, en vísperas electorales, para prometer decenas de miles de pisos de alquiler a precios de ganga

Un gato en una matanza tiene más vergüenza que Tezanos. El desvergonzado director del Centro de Investigaciones «Socialistas», antes Sociológicas cuyo acrónimo es CIS, ha convertido al citado organismo en un instrumento propagandístico al servicio de Sánchez con el propósito de influir en los ciudadanos a fuerza de sondeos sobre intención de voto que no se compadecen con la realidad electoral testada por el resto de empresas demoscópicas privadas.

Con Tezanos, al contrario de lo que constatan los sondeos privados, pierde el PP, siempre gana Sánchez y ahora también Yolanda Díaz en detrimento de Podemos. La encuesta de marzo es un mensaje a Pablo Iglesias: o «sumas» o te hundes. Un CIS instrumentalizado para doblegar a los morados y al excoletas en beneficio de «Sanchezstein». Una maniobra más de Tezanos, cuyos barómetros sesgados y manipulados provocan ya más risa que los chistes del comandante Lara y resultan más falsos que un billete del Monopoly.

Tezanos cobra de los españoles pero trabaja sólo para su jefe, Sánchez, a quien recomendó pedir perdón a las mujeres para frenar la hemorragia de votos entre las féminas por la ley del 'solo sí es sí' y sugirió pescar en el caladero de los votantes más jóvenes con los chollos-pisos de alquiler.

Las promesas de Sánchez, sin embargo, a estas alturas del curso político y con las elecciones en el horizonte inmediato, huelen a plato recocinado y son menos creíbles que un fuera de juego en un futbolín.

Es lo que tiene haber mentido durante años con acreditada sinceridad y faltando a la palabra dada con gran cinismo y mucha soberbia.

No ha construido ni una sola vivienda social en los últimos cuatro años y ha esperado a los «minutos de la basura» de esta legislatura, en vísperas electorales, para prometer decenas de miles de pisos de alquiler a precios de ganga.

Resulta paradójico que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tan denostada por la izquierda, haya promovido mientras tanto el 53 por ciento de todas las viviendas de alquiler asequible construidas en España desde 2020.

Sánchez, en cambio, mientras promete construir castillos habitacionales en el aire a cascoporro no hace nada para garantizar el derecho a la propiedad privada dinamitada por los «okupas» que impunemente usurpan bienes inmuebles ante la indefensión de sus propietarios.

La política de vivienda de Sánchez es tan poco verosímil como su repentina sensibilidad de ecologista sobrevenido en defensa de Doñana al cabo de una legislatura «mojama», de sequía pertinaz, en la que no ha movido un dedo para ejecutar las obras hídricas prometidas desde que llegó a la Moncloa, ni ha puesto coto a la proliferación de cultivos y pozos ilegales aflorados durante décadas de administración socialista en Andalucía.

Su intencionado desplazamiento a las áridas marismas onubenses coincidiendo con el pleno y votación de la reforma de la ley del 'solo sí es sí' fue por puro cálculo electoral, a pesar de afirmar lo contrario. Sánchez se ausentó del Congreso para no escenificar un acuerdo con el PP que le causa más incomodidad que abrazar a los herederos de ETA y desviar la atención de la bronca ofrecida por su Gobierno al votar dividido la rectificación tardía del engendro jurídico de consecuencias lamentables e irreparables para las víctimas de agresión sexual y violación. Definitivamente el Gobierno de Sánchez, por su irresponsabilidad, ha devenido en una auténtica banda al permitir, entre otras muchas afrentas y dislates, que su ministra de Igualdad acuse a la parte socialista del Ejecutivo de traicionar a las mujeres y no la destituya. Salvo que Mohamed VI se lo exija, claro está.