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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Por qué triunfa el ayusismo

Las encuestas le están dando mayoría absoluta porque ha creado una ilusión en torno a Madrid y ha osado a desmontar los lugares comunes de la izquierda

Actualizada 10:43

El barómetro que compendia todas las encuestas que se hacen en España asegura que Isabel Díaz Ayuso logrará una mayoría absoluta el 28 de mayo. Sumaría tres escaños más de los que dispone y alcanzaría los 68, que es ahora el listón de la gran meta en Madrid tras rebajarse en uno.

Con el minifundismo político que impera hoy, una mayoría absoluta supone una proeza. Sánchez siempre se ha quedado muy lejos, con resultados mediocres; Feijóo logró cuatro consecutivas –un caso único en la UE– y Ayuso parece que entrará el próximo mes en tan exclusivo club. Pero, ¿por qué triunfa el ayusismo?

La gestión del Gobierno de Ayuso, presidenta desde agosto de 2019, es correcta, pero no deslumbrante. Ha mantenido un cabal funcionamiento de la máquina gubernamental, pero no destaca por ningún gran proyecto nuevo. De hecho, ni siquiera ha logrado aprobar los presupuestos, que son el instrumento clave de todo Ejecutivo, debido a un extraño plantón de Vox nunca bien explicado. Entonces, ¿por qué esta periodista de 44 años, de clase media de Chamberí con ancestros abulenses, diputada autonómica desde 2011, se ha convertido en una estrella de la política española y en la favorita de parte del público de centro-derecha y derecha? Probablemente se debe a tres razones: 1.- Se ha atrevido a confrontar con el consenso «progresista», ofreciendo un modelo alternativo de éxito. 2.- Ha creado un estado de ánimo ganador en torno a Madrid, que ha insuflado optimismo en la Comunidad y ganas de prosperar. 3.- Su gancho personal y su telegenia, que hace que si se pasea por las calles reciba un trato más propio de una estrella del rock que de un político al uso (a lo que no es ajeno el hecho evidente de su guapura).

Ayuso le ha echado valor. Se lío a mandobles dialécticos con Sánchez cuando Mi Persona patinaba en la pandemia y es la única dirigente del actual PP que se atreve a levantar la voz contra los lugares comunes de la corrección política zurda. La presidenta de Madrid le afea sus contradicciones a la izquierda caviar con desparpajo y se proclama abiertamente liberal y pro negocios, mientras que su partido semeja por momentos una formación de credo socialdemócrata templado. En paralelo, ha ilusionado a Madrid. Ha convencido a los madrileños –y por ende a toda España– de que la capital del país va como un tiro y es un lugar abierto a todos, donde cualquiera será bienvenido y podrá triunfar sin tener que soportar a una Administración intrusiva y fiscalmente voraz (y en gran medida esa bandera es cierta).

Tener en tu escudería a un piloto del potencial de Ayuso sin darle la primera posición en la parrilla de salida supone siempre un lío. Feijóo, que es largo y astuto, lo ha manejado bien, dejándola hacer y tratándola un poco como un tío guasón que contempla divertido a una sobrina echá palante (mientras que Casado fue un pipiolo en esto y embistió con la ceguera de un torito bisoño). Ella sin duda alberga la ambición –legítima– de convertirse algún día en la primera presidenta de España. Pero todo indica que Feijóo va a ganar las generales; y mi pronóstico es que con más holgura de la que se piensa, porque Sánchez está mucho más quemado de lo que refleja su pompa y circunstancia. Es muy revelador que ya no puede permitirse ni acudir a la ceremonia del Cervantes, por temor a escuchar el «que te vote Chapote».

A Isabel Ayuso le tocará por tanto seguir unos años en el banquillo madrileño. Pero Génova, en lugar de verla como una amenaza fantasma ahora mismo controlada, podría contemplarla como un ejemplo del que puede aprender y aprovecharse. Al PP le sentaría bien empezar a ofrecer algo más que el manido «Sánchez es malísimo» (que ya sabemos que lo es). La crítica al desastroso Gobierno que padecemos tendría que complementarse ofertando a los españoles una ilusión de futuro en positivo, una nueva frontera, y concretando una paleta de valores diferente a los del rodillo de la ingeniería social de la izquierda. A Ayuso le va bien porque ofrece ambas cosas: una psicología ganadora y una visión del mundo alternativa a la monserga «progresista».

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