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HorizonteRamón Pérez-Maura

La cobardía de Sánchez

«Las veces» que no asistió Rajoy fueron exactamente una. Y el día de la entrega de ese Cervantes, estaba en Brasil, que coge un poco más a desmano que el barrio de Moncloa donde se presume que Sánchez estaba ayer porque no tenía ninguna actividad en su programa del día

La degradación de nuestro sistema progresa por días. Y la ausencia de Pedro Sánchez ayer en la entrega del Premio Cervantes es especialmente ilustrativa. Es una falta de la máxima gravedad dada la relevancia del premio y la importancia de un ganador venezolano haciendo un canto a la democracia. En esas circunstancias, cualquiera entiende por qué no quiere Sánchez ser visto en el estrado.

El lógico revuelo provocado por la ausencia del presidente del Gobierno intentó taparlo la portavoz del PSOE, María del Pilar Alegría Continente, que funge como ministra de Educación y Formación Profesional –nunca entendí por qué hay que diferenciar entre ambas cosas ¿será que la segunda te llega por ciencia infusa? Como es habitual, consiguió empeorarlo diciendo que el presidente asiste algunas veces y otras no, como ocurrió en algunas ocasiones con Rajoy. Si se coteja la web de Moncloa se puede ver con facilidad que «las veces» que no asistió Rajoy fueron exactamente una. Y que el día de la entrega del Premio Cervantes, Rajoy estaba en Brasil, que coge un poco más a desmano que el barrio de Moncloa donde se presume que Sánchez estaba ayer porque no tenía ninguna actividad en su programa del día.

Alegría nos explicó también que el presidente estaba muy ocupado preparando el debate de hoy con Alberto Núñez Feijóo en el Senado y el semestre de Presidencia del Consejo de la Unión europea que arranca el 1 de julio. Pero eso no le impidió dedicar el domingo a hacer campaña electoral en Fuenlabrada –que debe de ser mucho más importante que cumplir con sus obligaciones junto al Rey. Así nos luce el pelo.

La incomparecencia del lunes en la Universidad de Alcalá de Henares, que tampoco es la sede del fascismo europeo, llegaba cinco días después de que Sánchez saliese corriendo de Madrid rumbo al Coto de Doñana y se negara a asistir a la sesión en que se impuso la reforma de la ley del 'sólo sí es sí'. Sesión en la que se impuso la enmienda conjunta del PSOE y el PP y que recibió la ovación en pie de los diputados del Partido Popular y la indiferencia de los parlamentarios de la bancada socialista. Extraña forma de reaccionar a tu teórica victoria. Es decir, manera inapelable de demostrar que tu victoria numérica era una derrota. Porque la ley enmendada era una ley de Sánchez. Y por algo se había ido el presidente a Doñana. Porque dentro de la Península Ibérica no tenía nada más lejos.

Al final, cada vez está más claro que Sánchez es un cobarde patológico. No es capaz de dar la cara en las Cortes y mucho menos en Alcalá de Henares donde es evidente que temía otro «¡Que te vote Txapote!» en presencia de los Reyes y con las cámaras de medio mundo delante. Él ya sólo va a esos actos de campaña de cartón piedra donde se escoge a los asistentes uno a uno para impedir que haya el más mínimo contratiempo con gritos o pancartas. Se filtra individualmente a los asistentes. La actuación ante las cámaras de televisión es perfecta. O se cierra una librería para que pueda hablar con la dependienta o propietaria, no vaya a ser que entre un cliente. Veremos cuánto tiempo dura la farsa.

Y para mayor humillación, se negó a aceptar el protocolo establecido que en ausencia del presidente del Gobierno establece que la precedencia tras los Reyes es de la presidente de la Comunidad de Madrid, la máxima representación del Estado en la comunidad autónoma. Pero como Sánchez sería capaz de levantarse de tumba para impedir que Díaz Ayuso lo representase, emitió un decreto otorgando al ministro Iceta su representación y con ella la prioridad protocolaria. Además de cobarde, miserable.