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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Villa Bambi

Zapatero me ha dejado sin casa en la selectiva urbanización «Famara Bungalows» de Teguise. Nombre confuso, como la especie de Bambi, porque la casa de Papi Pepe Luis nada tiene de «bungalow»

Cuando sus niñas eran pequeñas –crecieron góticas–, Papi Pepe Luis les ponía la película Bambi de Walt Disney. Una película confusa, transcérvida, por cuanto Bambi nace gamo y al alcanzar la madurez se transforma en ciervo, en venado. El gamo –dama dama– nace monísimo, con abundantes motas blancas sobre su capa marrón-rojiza, en tanto que el ciervo –cervus elaphus–, carece de topos blancos sobre su pelo. De tenerlos, es conveniente llevarlo a un veterinario para que le aplique el medicamento adecuado y así eliminar de su organismo el sarampión cervuno o la varicela serrana. A mí, personalmente, Bambi me pareció una tontería. Soporté la película por primera y última vez con cuatro años. Nuestra madre, que era tajante en la educación, nos lo tenía advertido. «El que no se porte bien, ya sabe el castigo que tiene. Ver de nuevo Bambi». Y los diez hijos nos portamos de maravilla desde aquella desagradable amenaza. Mis hijos y mis nietos han crecido sin Bambi, el transcérvido.

Dejando de lado la obsesión de Papi Pepe Luis por Bambi –la transexualidad es una de sus consecuencias–, dado que el malvado cazador dispara sobre su madre creyendo que se trata de un venado por su cornamenta, cuando las ciervas carecen completamente de candelabros sobre la testa, a mí se me antoja correcto que Papi Pepe Luis les endosara a sus niñas la cinta de Walt Disney un día y el otro también. Cada padre elige la forma de educar a sus hijos, y prueba de ello es la fotografía que inmortaliza la visita de la familia Rodríguez Zapatero al matrimonio Obama en la Casa Blanca. Como consecuencia del susto tuvieron que ser ingresados en el hospital más cercano, el sargento de «Marines» Kenneth Williams, el mayordomo adjunto, James O'Sullivan, la limpiadora del pasillo de acceso al despacho oval, Judith Ramírez, y el encargado del arco de detección de metales, Thomas Gray. Pero todo lo anteriormente escrito carece de valor. Mi intención no es otra que manifestar mi alegría al conocer, gracias a El Debate, la bella casa que han adquirido en Lanzarote los Rodríguez Zapatero. Una casa, por otra parte, que era la ilusión de mi vida pero que no pude adquirir porque no tenía dinero. Porque 1.200.000 euros no los tiene cualquiera en el momento oportuno.

Zapatero me ha dejado sin casa en la selectiva urbanización «Famara Bungalows» de Teguise. Nombre confuso, como la especie de Bambi, porque la casa de Papi Pepe Luis nada tiene de «bungalow». Se trata, como se dice en los ambientes del pijerío, de un casoplón. Salón, comedor, cocina alicatada hasta el techo, dos habitaciones, dos cuartos de baño, y una gran terraza, amén de un jardín de 1.400 metros cuadrados. Ignoro para qué necesita tantas casas Papi Pepe Luis, porque ya abandonada su brillante etapa presidencial, adquirió en la exclusiva urbanización de Aravaca, Valdemarín, un feísimo chalé de 300 metros cuadrados, y para aliviar nostalgias juveniles, mantiene su piso en el centro de León, la bella ciudad en la que vivió después de nacer en Valladolid.

No hay que pensar mal. Los grandes políticos ingresan más dinero cuando abandonan el poder que durante su gestión. Según el chavista encarcelado en espera de ser entregado a los Estados Unidos, el Pollo Carvajal, Papi Pepe Luis recibió de Nicolás Maduro, en pago a sus constantes servicios, una mina de oro, cuya explotación le proporciona satisfactorios beneficios. Todo legal, porque a caballo regalado no hay que mirarle el diente. Si te regalan un reloj, se acepta. Si te regalan todas las novelas de Almudena Grandes, se aceptan. Después, ya se verá qué se hace con ellas. Y si te regalan una mina de oro, pues se acepta. Tampoco es para tirar cohetes. Hay que ocuparse de su explotación y todas esas vainas.

Es decir, que la casa de Lanzarote es completamente legal. Pero yo me he quedado sin ella.