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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Hay que derogar el sanchismo

Ésta es la realidad de España: un país devastado y arruinado con un presidente que miente y manipula para ganar tiempo

Pedro Sánchez confunde, en el mejor de los casos, el asistencialismo con la prosperidad, presentando lo primero como un indicio de la segunda cuando, siempre, es la antesala de la pobreza.

Es kamikaze mantener a la mitad del país esquilmando a la otra mitad, y completar esa política temeraria gastando en un año el presupuesto de diez, con el recurso al incremento de la deuda y el déficit.

Pero eso, exactamente eso, es lo que hace Sánchez, cuyas intervenciones triunfalistas en materia económica son aún más desoladoras que los efectos dramáticos de su terrible gestión, pues desechan una mínima posibilidad de rectificación y exhiben su única apuesta: gastar en poco tiempo, el que hay hasta las próximas elecciones generales, los recursos de un país para lustros.

Ahora que el presidente presume tanto de ecologista, como mera coartada para aumentar el sablazo fiscal en nombre de la «sostenibilidad» del planeta, conviene recordar que el incremento de la deuda es, al futuro del estado de bienestar, lo que el CO2 a la conservación del ecosistema: es la contaminación de lo público, la manera de hacerlo inviable por la extracción y el dispendio de los recursos de varias generaciones en un lapso de tiempo breve.

Y eso es lo que hace Sánchez, con una temeridad suicida que puede demostrarse, de manera fehaciente, con datos oficiales. La legitimidad de cualquier postura, en un debate, requiere de una premisa previa innegociable: el respeto a la verdad, cuando ésta se puede medir, sin el cual las posturas divergentes carecen de la honestidad exigible para el correcto desarrollo de una discusión y se convierten en una suerte de propaganda mamporrera al servicio de una falacia, a cambio, sin duda, de algún tipo de remuneración.

Pero la realidad es la que es, y dibuja una España devastada económicamente, con un futuro tétrico, sin recursos a medio plazo y estrangulada por un Gobierno que ha encontrado en la generación de pobreza su único recurso para sobrevivir: necesita dependientes, y fabrica dependientes.

Y después lo adorna todo con una maquinaria de propaganda pública capaz ya de manipular la verdad para darle a la mentira una categoría oficial: el Instituto Nacional de Estadística, TVE y el CIS han dejado de ser instituciones imparciales para transformarse en altavoces de falacias indignas, tan fáciles de desmontar como difíciles de combatir, por su insistencia y la resistencia del ciudadano a hacer el esfuerzo mínimo necesario para conocer qué hay de cierto y qué de falso en cada falacia sanchista.

Los datos siguientes proceden todos de fuentes oficiales, nacionales y europeas, como Eurostat, el SEPE, el Ministerio de Hacienda o la OCDE. Son interpretables en sus consecuencias o causas, pero no son rebatibles:

España ha sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo y renta disponible de Europa desde 2019. Sufre el tercer mayor crecimiento de la presión fiscal del mundo, solo por detrás de Corea del Sur y Eslovaquia. Padece la mayor tasa de paro del continente, que sería mayor si se consideraran desempleados o al borde de serlo a los 4.5 millones de demandantes de trabajo registrados en el SEPE. Soportó en 2020 la mayor pérdida de PIB del planeta junto a Argentina y es el único país europeo que no ha recuperado su nivel, algo que hará con suerte a principios de 2024, con 350.000 millones más de deuda pública.

Hay más, igual de incontestable: aguanta casi el doble de devaluación de los salarios que el resto de los países avanzados, con un -5.4 por ciento y unos impuestos al trabajo que quitan a los empleados el 23 por ciento de su coste empresarial, diez puntos por encima de la media. Se han cerrado 26.000 empresas en 2022 y, por no extenderme en el calvario, ha aumentado un 89 por ciento la brecha salarial entre los empleados públicos y los privados.

Ésta es la verdad: la España de Sánchez debe como nunca, miente como siempre y se arruina como nadie. Y solo quienes vivan de ese negocio pueden negar las evidencias, con una complicidad lastimosa que solo sirve para prolongar el desastre y hacer más difícil y costosa la recuperación. Por eso hay que derogar el sanchismo, en las urnas: es una cuestión a vida o muerte.