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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ojo: crecientes ramalazos de autócrata

Tenemos un presidente que hace esperar al jefe del Estado 50 minutos, o que considera inadmisible la crítica política a la Comisión Europea

Como idea general, la Unión Europea parece una iniciativa positiva. Ya sabemos que arrastra sus defectos, como un déficit democrático evidente, una política de control de las fronteras que es un coladero, una burocracia cada vez más elefantiásica y una obsesión climática con la que estamos trabando la economía (mientras China, que es la que mancha a caño abierto, sigue abriendo centrales de carbón a tutiplén). Pero lo que se ha ganado con la UE creo que compensa esas máculas.

La Unión ha convertido en socios a países que entre 1914 y 1945 se mataron dos veces en las guerras más espantosas que ha conocido el mundo. Ha creado un espacio de libre intercambio comercial, que ha generado más riqueza que los proteccionismos de antaño (ahí está el Reino Unido, que no da más que malas noticias desde el alarde nacionalista del Brexit). En el plano global, si no existiese la UE, los países europeos yendo por libre serían la salsita residual apretada en medio del gran sándwich de China y Estados Unido; solo Alemania pintaría un poquito… Por último, España ha recibido una ayuda europea ingente (y quien lo ponga en solfa puede repasar todo lo que se ha hecho en este país con dinero de Europa).

Pero una cosa es defender que la UE es una buena idea y otra muy diferente sacralizarla y convertirla en un tótem intocable, como acaba de exigirle Sánchez al PP. «Ya está bien de deslegitimar a la Comisión Europea», ha clamado el presidente a las puertas del Congreso, con un transido rostro de severa reconvención a esos villanos que osan criticar a su amiga Ursula y su equipo. También ha acusado a sus adversarios de «dañar la reputación de España».

Al exigir que cese toda crítica a Bruselas, Sánchez vuelve a mostrar su ramalazo autoritario. Además resulta incongruente con lo que él mismo hace, pues se pasa el día poniendo a parir la actuación de la CE durante la crisis anterior.

Sánchez está sudando más en las encuestas que un luchador de sumo en una sauna finlandesa. Así que todo le sirve como munición electoral. Esta semana ha pasado por el oprobio de ver cómo el PP le arreglaba la chapuza del 'solo sí es sí'. Para tapar la humillación esgrimió dos comodines clásicos de la casa: la seudo religión ecologista (Doñana) y Franco (desenterrando a José Antonio). Ambas banderas se agitaron con claro propósito electoralista. Pero en Bruselas son también feligreses de la obsesión climática «progresista». Así que ante las quejas histéricas del Gobierno y su coro mediático contra la reforma de la Junta (que no ha hecho más que regularizar como agrícolas unos terrenos que ya lo eran y que están fuera del parque), la CE ha llamado a capítulo al Gobierno andaluz y le ha tirado de las orejas. Ha influido también el hecho de que un hijo del ministro Planas forma parte del gabinete del comisario de Medioambiente, y lógicamente habrá hecho su campañita contra la malvada derechona antiecologista española.

El partido conservador europeo ha acabado criticando a la Comisión Europea por el tufillo políticamente sesgado de su regañina a la Junta. Y es aquí donde se revuelve muy digno nuestro proyecto de autócrata para recordarnos que está prohibido criticar a Ursula von der Sánchez y a su equipo, so pena de ser tachado de antipatriota.

¿En qué mundo vive nuestra izquierda? ¿Acaso la UE es una dictadura y hay que acatar sin rechistar todo lo que dice? ¿Cómo puede ser que se prohíba criticar al Ejecutivo europeo cuando la UE se presenta como un club de democracias?

Sánchez exhibe una creciente entraña autoritaria. Otro rasgo de ese talante es cómo se fuma las normas de cortesía horaria, lo cual delata su desprecio a todo lo que no sea su gran YO y su camarilla de aduladores. Es sistemáticamente impuntual, hasta el extremo de que el Rey Felipe ha tenido que esperar 50 minutos a Lula en el Palacio Real este miércoles porque Mi Persona no cumplió los horarios previstos y retuvo al mandatario brasileño en la Moncloa más de lo previsto.

¿Se imaginan al primer ministro británico Sunak incurriendo en un fallo de protocolo que deja tirado durante una hora a Carlos III, con él silbando a la espera en una escalinata de Buckingham? Impensable, por supuesto. Pero aquí estamos en el régimen de Sánchez: desprecio a las instituciones y prohibida la crítica. Otra legislatura más y muta directamente en Xi Sanchín.