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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Playas de Madrid

No creo que Dios me guarde vida para ver de alcalde de Madrid al playero Sotomayor

El candidato de Podemos al Ayuntamiento de Madrid ha prometido la construcción de 131 playas. Una por distrito. Y me he sentido muy satisfecho y absolutamente de acuerdo con su proyecto. Se llama Sotomayor y fue atleta. Vivo en el norte, en la provincia de Santander, de soltera La Montaña. Aquí hay muchas playas construidas. En apenas cinco millas de costa, desde Cóbreces a San Vicente de la Barquera, –Ruiloba, Comillas, Valdáliga y San Vicente–, existen kilómetros de playas. Y además tienen olas y peces. En mi caso, lo de las playas carece de importancia. Me repele la arena. En invierno las paseo con botas de agua, siempre acompañado de mi amigo Adolfo Herrera, que fue un gran pescador de angulas. Los veranos de mi niñez los pasé sobre la arena de la playa de Ondarreta, en San Sebastián. El municipal Gorriti imponía multas de diez pesetas a las chicas que se bañaban o tomaban el sol en biquini. En cierta ocasión descubrió a una joven atractivísima que llevaba un biquini tipo francés, diminuto. Tocó el pito y la belleza, que iba rumbo a la orilla, se detuvo conmocionada–¡Eh, marranaza, preséntese ante mi autoridad inmediatamente!–. Resultó que era su hija. Gorriti, conmocionado, no multó a su hija, sabedor de que la cantidad sancionable tendría que salir de su bolsillo.

Pero le armó la gorda en público. La niña, que se las traía, le mostró a su padre y a todo el público congregado, la teta izquierda. –¡Ahora mismo a confesarse!–. Y Gorriti, cubriéndola con gran esfuerzo, se llevó a su hija a la parroquia del Antiguo, en la calle Matía, entre la bronca del respetable. El padre Garmendia le impuso de penitencia tres Avemarías, porque el padre Garmendia era, además de bondadoso, un gran amante de la estética. Pero Gorriti dejó de poner multas a las que se lucían en biquini, y la playa de Ondarreta se erigió como la más biquinera del norte de España. Todavía, mis ojos de niño vuelven a mis miradas, y tiemblo de la emoción pensando en la hija de Gorriti.

Ignoro de qué consta el proyecto de Sotomayor, pero dudo que pueda conseguir que sus 131 playas de Madrid se parezcan a Ondarreta, O a las montañesas, desde Laredo y Santoña, y la de Noja, y las santanderinas, la de Oyambre, Morón, y Gerra. Pero, con toda modestia, intentaría convencerle de que se dejara de chorradas y gilipolleces. En el barrio de Salamanca , o en Chamberí, la Arganzuela, la Latina, Chamartín, Retiro… lo de las playas no es urgente. Y menos, con la falta de agua que se avecina. Y los peces de agua dulce, resultan carísimos, porque casi todos se importan de Japón y China. Y a ver qué se hace para fabricar olas. Para mí, que este Sotomayor, buen atleta, es también un obtuso del traspuntín, que es la manera más elegante de simular la intención de la definición, y no caer en la vulgaridad de clasificarlo como tonto del culo, o tontolculo, contracción con acento más castizo. No obstante, por si viajo a Madrid cuando Sotomayor sea su alcalde, he sacado de mi precioso fondo de armario los tres trajes de baño que guardo de recuerdo, y que en mi niñez y juventud, les decíamos «Meyba», que era la marca. Confieso que en «Fancy Men» de Biarritz adquirí, ya con veinte años cumplidos, un traje de baño color mandarina que se hizo famoso en la piscina del Tenis de San Sebastián por su belleza y perfecto diseño. Como San Sebastián es la capital de provincia más cercana a Francia, la influencia gala era mayúscula, y desde que mostré en público mi traje de baño mandarina, me llamaban «l´eclair mandarine» – el Relámpago Mandarina-, lo cual me enorgullecía sobremanera.

Pero no creo que Dios me guarde vida para ver de alcalde de Madrid al playero Sotomayor. Si se diera el caso, me presentaría inmediatamente como «l'eclair mandarine», en mi ciudad, para darme un chapuzón en la playa del barrio de Salamanca, que es el mío, o en la playa de Chamberí, en el que viví más de cuarenta años. Creo que la arena de la playa del barrio de Salamanca será más fina que la de Chamberí, si bien en la de Chamberí, por su fuerte oleaje, se podrá practicar habitualmente el surf. Un proyecto maravilloso.

Gracias, Sotomayor.