Fundado en 1910
Al bate y sin guanteZoé Valdés

Rarezas de Netflix y Vogue

No se pregunten si sería posible que el afroamericano Martin Luther King pudiera ser interpretado por Brad Pitt

El gobierno de Egipto recién ha protestado contra Netflix por la decisión de esta plataforma de producir y exhibir una serie televisiva sobre una Cleopatra que ellos decidieron que fuera negra. Lo cierto es que según algunos historiadores optimistas –como si su opinión pesara algo hoy en día– han esclarecido (cuidado con la palabra en este caso) la duda de que, por sus orígenes, esculturas y hasta retratos pintados de la época, Cleopatra no pudo ser morena, sino blanca nívea, y por el contrario de ninguna forma negra chapapote. Pero eso, tal como van los tiempos, ¿a quién le importa? En verdad a muy pocos. Es más, de la gente que ve Netflix, ¿sabrá alguien quién era Cleopatra? Cabe la duda, «si se quiere», que diría mi madre. Si ni siquiera a la realizadora de la serie le importa, tal como ha declarado, por qué debiera interesarle a quienes verán esa cosa como una reivindicación más de no sé qué…

No es la primera vez que Netflix se mete en estos líos, aunque hasta ahora ningún gobierno había protestado con la contundencia que lo ha hecho el egipcio. Vale recordar que, con Ana Bolena, también negra carbón para la plataforma en cuestión, el gobierno británico no dijo ni pío, ni esta boca es mía. Pero así vamos en Europa.

No se pregunten si a la inversa esto sería posible, o sea, si el afroamericano Martin Luther King pudiera ser interpretado por Brad Pitt, blanco y rubio, si en cambio se aceptara que las criadas negras del filme Lo que el viento se llevó (película prohibida también, como el libro) se permitiría que fueran representadas por actrices blancas; la respuesta es que no, porque semejante inversión de colores de piel sería considerada, como mínimo, apropiación cultural, que además está penado por la ley en Estados Unidos, donde una negra puede llevar trenzas rubias, y un cantante negro, como Michael Jackson puede blanquearse la piel, pero ningún blanco puede hacer gala siquiera de su ascendencia negra, ni aunque la tuviese en su árbol genealógico.

Pero, en el lado correcto, siempre según los de Netflix, esta vez soy yo la que se pregunta si se atreverían a tanto como a filmar una versión televisiva o cinematográfica de un Lenin afro, o un Stalin mulatico, y quién sabe si de un Che Guevara cuyos cabellos fuesen atisbados como el flamante espendru de Ángela Davis, la terrorista de los Black Panther (hoy pacifista y defensora de los DDHH, según Wikipedia), a la que tampoco Penélope Cruz podría interpretar por mucho Óscar, agradecimientos incluidos a Harvey Weinstein y Pedro Almodóvar, que tuviere.

Por otro lado, veo que la revista Vogue ha dedicado tres portadas a mujeres enfermas o incapacitadas: una con síndrome Down, la segunda a otra de estatura reducida al nacimiento, o sea, enana (cuidado, segunda palabra prohibida), y la tercera una señora negra tizón, jorobada, en un carro de impedida física. No entiendo qué tipo de reivindicación persiguen en estos casos, pero lo que a mí me salta a la vista, sin pensarlo dos veces, es la burla. La burla contra estas tres personas, y la burla zafia contra los lectores de la revista.

Vamos a ver, lo que no me explico, o no acabo de entender, es por qué razón se han prohibido los «fenómenos de circo», llamados así de toda la vida, en los circos reales y, por otro lado, se les coloca en las portadas de la revista haciéndoles pasar un ridículo que no tiene parangón con nada.

Lo otro que no cuadra, o sea, que no encaja, es que siempre hemos tenido que aguantar la candanga o cantilena de la izquierda en relación con que las revistas de moda usan de manera indecente a las mujeres bellas, que abusan de las hermosas féminas; entonces, ¿qué pasa ahora? Estas señoras, seamos sinceros, a cuál más poco agraciada, ¿no se les utiliza también y se abusa de ellas siendo expuestas en todo el esplendor de su repulsión en las portadas de Vogue?

¿Qué carajo se está persiguiendo con estas contradicciones tan chapuceras y francamente producidas por gente tan inculta y de mente tan retorcida?

La redactora en jefe de Vogue, acerca de la cual se hizo una película interpretada por Meryl Streep mostrándola tal como al parecer es (El diablo viste de Prada): como una impresentable; cuyo nombre es Anna Wintour, británico-norteamericana, es otro personaje que, a juzgar por su estilo, se nota que muy en sus cabales no está. Esta mujer pretende ser de izquierdas, lo que no dudo, porque estamos hablando de una multimillonaria que más altanera y botarate no puede ser, lo que corresponde perfectamente con la izquierda, es la que cuando todavía Hillary Clinton no había ganado las elecciones presidenciales, que ganó Donald Trump en el 2016, ya ella había diseñado la cubierta de la revista con el rostro de la Clinton como presidente de Estados Unidos, y a ese atrevimiento con los votantes se pretende llamar periodismo.

Esta tipa ha preferido poner estos a tres rarezas en las portadas de Vogue antes que el rostro y el cuerpo más bello de América, de la que fue primera dama durante cuatro años, me refiero a Melania Trump. De Michelle Obama, ni hablemos, hasta un periódico como El Mundo la consideraba la mujer más hermosa y elegante a nivel mundial. Y eso que recuerden que por afirmar en un vídeo que Michelle es un ‘trans’ es probable que a la célebre Joan Rivers le haya costado la vida ingresada en un hospital un mes después; ahí lo dejo.