Nos lo hacen encima –y aplaudimos–
Aquí resulta que el martes 25 de abril el Gobierno condecora con Isabel la Católica a Petro y el 1 de mayo éste micciona en nuestra cara. Y supongo que después de esa evacuación, hoy le impondrán la orden. Y habrá aplausos
Ayer llegó a Madrid en visita de Estado el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Para celebrar su llegada en la residencia madrileña del embajador colombiano se celebró un asado popular y se interrumpió el tráfico por la calle Fortuny. Algo nunca visto con otros presidentes colombianos.
Como algunos lectores recordarán, el arriba firmante tiene nacionalidad colombiana por decreto presidencial y hace un seguimiento bastante estrecho de la realidad de aquel país. En los tiempos que corren, ya es mala suerte tener dos nacionalidades y que en una te gobierne Sánchez y en otra Petro. No paramos de mejorar.
Horas antes de volar a España, el populista Petro hizo su discurso del 1º de Mayo que ha traído mucha polémica porque ya no intenta engañar a nadie y reivindica su verdadera ideología marxista. Entre otras frases gloriosas, nos dejó las de «la tierra es para el que la trabaja, no es para un grupo de herederos de los feudales y esclavistas»; «tenemos una sociedad que no es libre»; acusó al expresidente –y ex secretario general de la Organización de Estados Americanos– César Gaviria, un socialdemócrata, de ser vocero de los «dueños de los bancos, los dueños del capital»; denunció «qué mentirosas las frases aquellas que repiten una y otra vez los medios de comunicación» y concluyó que «nuestra sociedad colombiana no tiene libertad», lo que, dicho por el presidente de la república no está mal. Todo lo anterior puede considerarse posicionamientos políticos ante los que España tiene poco que decir. Lo relevante para mí fue otra cosa.
Asomado al balcón de la Casa de Nariño, sobre la Plaza de Armas donde escuchaban apenas unos cientos de seguidores que habían participado en las manifestaciones del 1º de Mayo, el mandatario aseguró que el pueblo colombiano luchó en su momento para «liberarse del yugo español, de destronar reyes y duques y príncipes, de acabar con privilegios, de acabar con un régimen productivo de esclavistas que condenaban al hombre negro a ser esclavo por perpetuidad». Con un par y la bandera de Tafalla.
Pues bien, a este exguerrillero, próximo al narcotráfico, que acusa a España de haber promovido un régimen esclavista, el Gobierno español le ha otorgado, con motivo de esta visita de Estado la Gran Cruz de Isabel la Católica. Condecoración que recibe a iniciativa de nuestro inefable José Manuel Albares, Napoleonchu, y que han hecho –según leo en El Espectador– extensiva a su mujer y al ministro de Exteriores Álvaro Leyva, el mayor amigo de las guerrillas colombianas desde hace décadas. Yo no sé si otorgarle esa orden es desconocimiento enciclopédico o simple mala leche de Napoleonchu. La entonces llamada Real y Americana Orden de Isabel la Católica fue creada por el Rey Fernando VII el 24 de marzo de 1815 para premiar a «los valientes que defendían sus derechos frente a los insurrectos en América», reconociendo así su «acrisolada lealtad, celo y patriotismo…» hacia el Rey de España. Cómo agradecería que alguien del Gobierno me aclarase en cuál de esas categorías entra Petro.
Aquí resulta que el martes 25 de abril el Gobierno condecora con Isabel la Católica a Petro y el 1 de mayo éste micciona en nuestra cara. Y supongo que después de esa evacuación, hoy le impondrán la orden. Y habrá aplausos.
Esta noche hay una Cena de Gala a la que sospecho que Petro y su Gobierno no acudirán con el frac reglamentario. Hubo un tiempo en que, en Palacio, cuando una de las partes no cumplía el protocolo, se desmontaba todo y buscaba una alternativa. Recuerdo la visita de Estado del presidente iraní Mohamed Jatamí el 29 de octubre de 2002. Él había dicho que no daría la mano a las señoras y no brindaría con vino. Así que se suspendió la cena y se dio un concierto con los maravillosos Stradivarius de Palacio al que fui invitado. Hoy me temo que se deja al homenajeado hacer lo que le pete. Y, por alguna razón, no está disponible la lista de invitados a un acto de Estado. Esto no es una merendola con amiguetes. Es un acto de la máxima relevancia que pagamos todos los españoles. Y esperemos a ver si no acuden ambas partes sin frac porque después de ver cómo le quedaba a Sánchez la última vez que se lo puso, me temo su reacción.