La peor frase del año
La portavoz del Gobierno afirma que criticarles va contra la democracia. Conclusión: bienvenidos a un régimen autoritario
Esto va tan rápido y las burradas dialécticas se agolpan con tal frenesí que destacar un solo desbarre de un político es tan difícil como elegir un solo chiste en un astracán de los Hermanos Marx. Pero Isabel Rodríguez, manchega de 41 años, una licenciada en Derecho que jamás ha percibido una nómina fuera del PSOE, ha logrado rubricar la peor frase de lo que va de año. La ministra portavoz ha manifestado que criticar al Gobierno «deslegitima la democracia». También le ha reprochado al líder de la oposición en los términos más enérgicos que pretenda derogar leyes del gran timonel Sánchez.
¿De qué submundo de la política bananera ha salido esta tropa? ¿Cómo se puede mostrar un desconocimiento tan ufano sobre lo que es un sistema de derechos y libertades? Querida Isabel, un recordatorio para que te puedas ahorrar el dinero del libro divulgativo Democracia para dummies: si la oposición no puede criticar al Gobierno, lo que pasamos a tener ya no es una democracia, sino una autocracia de culto al líder intocable y providencial.
Si cae Sánchez a finales de año, ¿tenemos que seguir viviendo de por vida con el rodillo de ingeniería social y obsequios a los separatistas que nos ha legado? Resulta ocioso responder. Es un planteamiento absurdo. Si llega a la Moncloa, Feijóo se ha comprometido a derogar la ley de memoria, la ley Celaá, la trans y la de bienestar animal, además de reponer los delitos de sedición y malversación, rebajados por exigencia de Junqueras. Si suma una mayoría para ello tendrá todo el derecho a hacerlo, del mismo modo que con su alianza antiespañola y antisistema Sánchez ha logrado endilgarnos todo un programa de ingeniería social aberrante (y es lástima que el PP no se comprometa también a revisar la normativa contraria a la vida que se ha aprobado en esta legislatura).
Asombra que una persona como Isabel Rodríguez, que nació en 1981, tenga una concepción autoritaria de la política. Todo atiende a una cuestión de soberbia e intolerancia. La izquierda considera que está en posesión de la verdad absoluta, por lo tanto no cabe cuestionar el nuevo credo obligatorio, el «progresismo». Por eso se han saltado las normas de respeto institucional y con el adversario que imperaban hasta ahora. Por eso han convertido las ruedas de prensa del Consejo de Ministros en un mitin desacomplejado, hasta el extremo de que esta sonriente señora acaba de ser expedientada por la Junta Electoral por hacer un uso partidista de la sala de prensa de la Moncloa. Por eso engalanan esa sala con lemas propagandísticos de tómbola, como el sonado «Salimos más fuertes» (que fue preludio de la mayor caída del PIB de un país de la OCDE).
Isabel Rodríguez probablemente tenga la oportunidad de replantearse su vida a comienzos del año que viene. Podrá apearse del coche oficial. O más bien la apearemos con nuestros votos. Tres consejos para entonces: póngase a trabajar en una empresa, descubra el mundo real fuera de la ubre política; lea a Tocqueville y aprenda cómo los sistemas de contrapesos de las democracias son el mejor garante de la libertad, y quítese las orejeras del supremacismo «progresista». En una palabra, desanchícese.