El pufo de país que dejará Sánchez
Núñez Feijóo intentará ser él quien lo gestione, pero esa medicina debería tomarla el propio presidente, si no fuera porque eso sería una tragedia para esta España que nos deja el sanchismo
Hay una clase de justicia, la poética, que, según el mito literario, se produce cuando se castiga al que ha ocasionado un mal. Por eso, nada sería más justo para Pedro Sánchez que él fuera el que tuviera que suceder a Pedro Sánchez. Es decir, que se viera obligado a administrar su marronazo épico. Núñez Feijóo intentará ser él quien lo gestione, pero esa medicina debería tomarla el propio presidente, si no fuera porque eso sería una tragedia para esta España que nos deja el sanchismo.
-Un país cuyo Código Penal es, en algunos aspectos, una hoja volandera.
-Un país, desprotegido ante los que un día intentaron, y anuncian que repetirán, un golpe institucional para acabar con su integridad territorial.
-Un país cuyo delito de malversación se ha rebajado, en contra de la doctrina europea, para los que no se meten el dinero robado en el bolsillo, pero lo emplean para sus objetivos anticonstitucionales o para crear un voto clientelar que actúe como estómago agradecido cuando toque votar.
-Un país donde la subcultura de la muerte se impone a la obligación del Estado de procurar unos cuidados paliativos para los que sufren una enfermedad terminal.
-Un país que deja a sus menores interrumpir su embarazo, 90.000 mujeres lo hacen al año en España, sin la opinión ni el conocimiento de sus padres.
-Un país que castiga la educación concertada, un modelo educativo al que se han acogido 2.198.212 alumnos, cuyos padres lejos de ser «premiados» por la Administración con este sistema pagan parte de la educación de sus hijos directamente y la otra, a través de sus impuestos.
-Un país que se ha olvidado en su nueva ley de becas de los 40.000 alumnos que necesitan una educación especial.
-Un país que ha soltado a un centenar de violadores y rebajado su pena a otro millar por la incompetencia de un Gobierno que no ha sido capaz de pedir perdón ni apartar a la ministra responsable.
-Un país con el paro estructural más alto de Europa y con un desempleo juvenil que duplica la tasa de nuestro entorno, por no hablar de que lideramos el alza de quiebra de empresas en la UE con un 163 por ciento más desde 2020.
-Un país con el poder judicial intervenido por el Ejecutivo, con el Parlamento en manos de una sectaria de libro y con el Gabinete más nutrido de toda nuestra historia, y a la vez más ineficaz y opaco.
-Un país que no ha recuperado los niveles de crecimiento de antes de la pandemia y cuya deuda pública está ya en el 115 por ciento (Europa exige que no se pase del 60 por ciento).
-Un país, cuyo indigno Gobierno –censurado por el Tribunal Constitucional por haber limitado abusivamente los derechos fundamentales durante los estados de alarma– ni siquiera ha dado a conocer la cifra exacta de muertos por culpa de la Covid.
-Un país peor –más dividido, cainita, maleducado, faltón e inculto– que el que encontró Pedro Sánchez una tarde de comienzos de junio de 2018, cuando usó un párrafo torticero en una sentencia sobre la Gürtel para encaramarse al poder que había perdido en las urnas, situando a su partido en las más bajas cotas de apoyo popular en sus 144 años de historia: 85 escaños, cinco por debajo de la pésima cifra de Rubalcaba que le obligó a dimitir.
Las dimensiones del pufo que nos dejará Su Sanchidad solo las conoceremos el próximo año, cuando Europa cierre el grifo de dinero, el BCE deje de inyectar euros en los mercados, las reglas del gasto vuelvan, al canciller alemán (socialdemócrata, por cierto) se le acabe la paciencia, la poca que le queda con el despiporre económico de su colega Sánchez, y los cajones de Moncloa sean abiertos y muestren el verdadero volumen del legado que hará bueno al que recibió Rajoy de Zapatero en 2011: un colosal déficit de 16.000 millones en Sanidad, 62.000 en el sistema financiero y 20.000 en infraestructuras.
Será un país peor, pero todavía tendrá una oportunidad si Sánchez no sucede a Sánchez.