Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Bautismo civil

Se trata de incordiar, entorpecer, derribar tradiciones y creencias, y ocupar el lugar que la fe cristiana ocupa en la mayoría de las familias españolas

El bautismo, según la Iglesia, la RAE, la tía Roberta y yo, es el primero de los sacramentos del cristianismo, con el cual se da el ser de gracia y el carácter cristiano. Y la comunión, en el cristianismo, es el acto de recibir la Sagrada Eucaristía. El bautismo civil al que se ha entregado el bandarra del alcalde de Valencia, es una monumental chorrada. Se ha prestado al primer bautizo civil un joven matrimonio que milita en «Compromís» para su hijo. Ignoro el nombre que han elegido para el pobre niño o la pobre niña, porque lamentándolo mucho, me importa un pito. El comunismo, disfrazado de toda suerte de partidos regionales y nuevas religiones –el ecologismo sandía, el feminismo homófobo, el transexualismo– siempre ha tenido como ejemplo a imitar a la religión católica. El mausoleo de la momia de Lenin en Moscú es una imitación en consumada horterez de la Capilla Sixtina del Vaticano. Las familias no creyentes visten a sus hijos de Primera Comunión para que disfruten de la fiesta. No la hacen, pero la festejan. Y el alcalde de Valencia convirtió a los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, en las reinas Magas, supuestamente llamadas Melchora, Gaspara y Baltasara. Se trata de incordiar, entorpecer, derribar tradiciones y creencias, y ocupar el lugar que la fe cristiana ocupa en la mayoría de las familias españolas. Le falta organizar una ordenación de sacerdotes civiles vestidos de falleras. Los Reyes Magos son dibujos, perfiles virtuosos, traedores de ilusiones infantiles, que rememoran la adoración de la riqueza a la más absoluta pobreza. Sucede que la pobreza de Jesús, María y José, allá en Belén, fue adorada por el poder de los tres Reyes que lo reconocieron como el Niño Dios, el Salvador. Dios pudo nacer en un palacio, o en un chalé como el de los Iglesias, o en un piso con vistas al Retiro como el de Mónica García, y nació entre el calor de una mula y un buey, en un portalín cochambroso y entregado a los fríos, la lluvia y los vientos. Dios no es hortera, y supo elegir el lugar del nacimiento de su Hijo. Y sí, para desgracia del Ministerio de Igualdad, los Reyes Magos que siguieron el camino de la Estrella de Oriente eran varones, aunque en Valencia se hayan transformados en mujeres, y en mi humilde opinión, bastante feas. Pero los niños valencianos siguen esperando los regalos de los de siempre, a sabiendas de que las feas desaparecerán cuando abandone el poder político y municipal el ganso del alcalde. Más de dos mil años son muy difíciles de borrar por mucho tonto resentido que lo pretenda. Lo mismo que el bautizo, que pierde todo su sentido si en lugar de entregar al bautizado al amparo de Dios, se entrega al cobijo de un gamberro de muy corta duración. El niño o la niña del bautizo oficiado por Ribó no tiene la culpa de tener esos padres, si bien esos padres sí son responsables de que su alcalde sea Ribó. Ada Colau es una calamidad, pero los culpables de sus calamidades son los votantes de Barcelona, como serán culpables y corresponsables de la destrucción de España todos los que voten en el futuro a quien se la ha entregado a los que la odian y a los que se han pasado cincuenta años asesinando a inocentes.

Para mí, que ya empiezan a fallarme las fuerzas para la acción, interpreto todas estas mamarrachadas como una pesadilla efímera, porque si bien es cierto que en España no cabe un gilipollas más, no deja de ser verdad que formamos parte de una de las naciones más grandes de la Historia de la Humanidad. Y eso siempre ayuda en la esperanza.

Valencia, la que ofrenda nuevas glorias a España en su himno, es también la tierra de las flores, de la luz , el amor y el mentecato de su alcalde. Lo escribió un poeta enamorado de Valencia. Lo que él quería para su tumba.

El azul de la Albufera,
La luz de la Malvarrosa,
Mi Virgen con una rosa,
Mi Cristo, con un clavel.
El aroma de la piel
De mi Valencia adorada.
No quiero en mi tumba, nada
Que recuerde la apariencia.
Viejo trabajo, decencia,
Amor, y jamás cizaña.
Mi Señera de Valencia
Y mi Bandera de España.

Y a Ribó, en casa y jubilado.