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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Ser madre es de fachas

El Tribunal Constitucional se ha convertido en el poder legislativo de Sánchez, que considera la maternidad como una minusvalía

El cuerpo de la mujer es suyo, salvo para anunciar bragas, ejercer de azafata en las motos o votar a un partido de derechas: en esos casos, deja de serlo, pasa a ser posesión de Irene Montero y de otras como ella, que se guardan la última palabra al respecto: si deciden que todo eso la cosifica, la salvarán de sí misma, sin pedir permiso, prohibiéndole hacer lo que le dé la gana.

Curiosamente, sí es propietaria de sí misma en el único caso, de todos ellos, en el que no está sola: el Tribunal Constitucional acaba de consagrar la autodeterminación del cuerpo femenino cuando en el cuerpo en cuestión lleva dentro una vida.

Hasta los más partidarios del asunto aceptarán que hay menos dudas sobre la independencia femenina cuando no hay terceros en el lance: es menos discutible la explotación de la anatomía propia con fines comerciales que la extracción de un feto, aunque solo sea porque la primera decisión solo beneficia o perjudica a quien la ha adoptado.

Y sin embargo, ocurre lo contrario: los mismos que santifican el derecho de la mujer a decidir lo que le apetezca en materia reproductiva se lo niegan para ganarse la vida besuqueando a deportistas en un podio, lo que desvela la verdadera esencia del asunto: la mujer es una mera excusa y un tentador producto a manejar para imponer una cosmovisión política, insertada en un proyecto de ingeniería social en el que ellas son un suculento reclamo.

España es el país con mayor paro femenino de Europa, y lo que el Gobierno ofrece a las damnificadas es lenguaje inclusivo y un bisturí que arruine sus embarazos y los convierta en una especie de enfermedad, una tara desagradable incompatible con el pleno desarrollo: no se puede ser una mujer completa si en el viaje se acepta la imposición heteropatriarcal que es la gestación.

Ser madre es de derechas, o un indicio de sometimiento al fascismo que la colección de partisanas del Gobierno lleva 15 años intentando solventar, primero con Bibiana Aído y después con Irene Montero, transformando un drama optativo en una fiesta obligatoria.

No se trata de atender a las pacientes en un momento tan trágico, que lo sería menos de disponer de alternativas negadas por el Estado; sino de animarlas a liberarse por el curioso método de desechar lo más importante de sus vidas.

Que una sociedad envejecida transforme la maternidad en una minusvalía la aboca al desastre, y que lo presente como un derecho fundamental señala además el camino elegido por Sánchez para superar los límites democráticos convencionales: como en el Parlamento no tiene ni tendrá las mayorías necesarias para eternizarse y modificar las reglas del juego, ha convertido el Tribunal Constitucional en un poder legislativo paralelo.

Hoy con el aborto, ayer con la eutanasia y mañana, tal vez, con los referendos de independencia y cualquier otra exigencia de sus socios incompatible con la Constitución vigente.

Ahora que han prohibido la prostitución, hay que ver lo bien que les va a los descendientes de las meretrices: son los únicos hijos que están bien vistos por el Gobierno de la gente. Un saludo especial a los miembros de las listas de Bildu, por cierto.