Fundado en 1910
Desde la almenaAna Samboal

Paliativos para el campo

Es el Banco de España el que, en su último informe, ha puesto el dedo en la llaga: las soluciones coyunturales sólo son eficaces para resolver problemas momentáneos

Al menos, la mitad de la cosecha de cereal se ha perdido. La escasez de agua ha impedido crecer a las plantas y, a estas alturas, aunque lloviera a cántaros –y no está previsto– ya no tienen remedio. También el regadío está en riesgo. En plena temporada de lluvias, en primavera, los pantanos están por debajo de la mitad de su capacidad. La sequía ha encarecido y ha dejado en mínimos las existencias de forraje para los animales en las granjas. Los ganaderos llevan meses dando la alarma, pero el eco de su voz se ha perdido entre las montañas de la España interior. Al año que viene, seremos los urbanitas los que pongamos el grito en el cielo cada vez que pasemos por la tienda, porque se está fraguando la tormenta perfecta: indefectiblemente, los precios de los alimentos, que ya están por las nubes, volverán a subir. Sin embargo, al año que viene, ya dará igual, porque ya habremos votado. Ahora, hasta que llegue la hora de la cita con las urnas, habrá que hacer o, al menos, aparentar que se hace algo.

La cercanía de las elecciones nos devuelve al modelo de gobernar del confinamiento: consejos de ministros cada tres por dos, en los que la Moncloa, compasiva y atenta, cuida paternalmente de sus ciudadanos. Entonces, en los oscuros tiempos de la covid, anunciando subsidios que, a estas alturas, todavía no han alcanzado a buena parte de sus potenciales beneficiarios. Ahora, regalando, con cargo a nuestro sueldo, créditos ICO y viviendas o ayudas por doquier para los agricultores damnificados. En mayo y, posteriormente, en diciembre, comprobaremos si el plan propagandístico de Pedro Sánchez le proporciona los réditos que él espera: mantener el poder. Los ciudadanos, seamos o no beneficiarios potenciales de sus dádivas, pagaremos la casa más cara y veremos cómo los cincuenta euros apenas darán para cubrir la base del carrito del supermercado. Si es que llega.

Es el Banco de España el que, en su último informe, ha puesto el dedo en la llaga: las soluciones coyunturales sólo son eficaces para resolver problemas momentáneos. Los estructurales requieren de una revisión en profundidad del mercado. Los créditos del ICO eran buenos para resolver las dificultades de tesorería de una empresa durante el confinamiento, pero, empleados como préstamos bancarios, sólo servirán para encarecer los pisos. Y lo harán en la misma medida que la subvención. La única política de vivienda efectiva es la que favorece un nivel de oferta adecuado para abastecer las necesidades de la demanda a un precio equilibrado, ajustado al nivel de la rentas de los hogares. Nada de eso se ha estudiado durante los últimos cuatro años de legislatura y, ahora que viene el lobo de las elecciones, el Gobierno se dispone a anunciar miles de millones, que quién sabe si se llegarán a desembolsar, como quien mata moscas a cañonazos.

Más grave es el problema del campo. La vicepresidenta Ribera lleva años alarmándonos con el bicho del cambio climático, pero su única posición conocida con respecto al problema del agua es la batalla que ha planteado a la Junta de Andalucía por permitir regar a los agricultores de las márgenes del Parque de Doñana. Entretenida como ha estado con los vehículos diésel, la principal preocupación de finlandeses o suecos, se ha olvidado de mirar los ríos o de preguntar a Zapatero por las nubes. Y, ahora, en la cuenta atrás para el inicio de la campaña electoral, se le ocurre convocar un consejo de ministros extraordinario para combatir la sequía. Como tarden lo mismo en implementarlo que en coger el teléfono en la Seguridad Social, sólo tendrán margen para aplicar cuidados paliativos. Para la próxima legislatura queda el siempre postergado debate nacional sobre las infraestructuras hídricas de España.