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El puntalAntonio Jiménez

28M: una cita para castigar la infamia

Votar al PSOE de Pedro Sánchez es también votar a Bildu y por extensión a ERC, sus compañeros de viaje ésta y la próxima legislatura si los españoles no lo impiden

La callada por respuesta de Sánchez en el Congreso a la pregunta de Cuca Gamarra y la huida gallinácea de sus ministros/as para evitar responder a los periodistas sobre la presencia en las listas electorales de Bildu de terroristas asesinos, fue la prueba del algodón de la mala conciencia y contrariedad política que ha causado al PSOE, en vísperas del 28M, el hecho de que su aliado parlamentario perpetre semejante infamia.

Que los herederos políticos de ETA agrupados en las siglas de Bildu no renuncien a su pasado criminal no sorprende, pero repugna tanto como que Sánchez se haya apoyado en ellos para garantizarse su continuidad en la Moncloa.

Bildu es un partido con el que Sánchez se ha asociado para gobernar Navarra y, lo que es más grave aún, España con pactos que han determinado la aprobación de leyes sociales e ideológicas como la reforma laboral, vivienda o memoria democrática. La hipocresía con la que desde el PSOE y el Gobierno se pretende saldar con un «no nos gusta» que condenados por crímenes terroristas puedan llegar a los ayuntamientos donde perpetraron sus asesinatos, no redime ni absuelve el despreciable proceder de Sánchez y del PSOE echándose en los brazos de quienes se burlan de las víctimas llevándolos en sus candidaturas sin arrepentirse del mal causado ni pedirles perdón.

El problema no es Bildu sino Sánchez por sus pactos execrables con Otegui y por ayudar al blanqueo de la historia sanguinaria de una banda terrorista que causó un daño irreparable a miles de españoles y puso en riesgo el futuro y la estabilidad democrática de España. Ya sólo el hecho de haber faltado a la palabra dada e incumplir la promesa pública de que nunca negociaría con el brazo político de ETA que tributa homenajes en sus pueblos a los pistoleros que salen de la cárcel, era suficiente para reprobar a Sánchez en las urnas.

Pero hay más. A cambio de los votos de Bildu, que ahora pueden llevar el añadido de «votos de sangre», Sánchez ha privilegiado y beneficiado a los presos etarras con su traslado a las prisiones vascas donde dependen del Gobierno de Urkullu y ha cedido a la exigencia de Otegui para incluir en la controvertida Ley de Memoria Democrática los años de la Transición, con Felipe González ya en la Moncloa, con el fin de que sean revisados por supuesta vulneración de los derechos humanos.

Fueron «años de plomo» en los que ETA sembró de cadáveres España, pero eso no forma parte de la historia revisable que Bildu, con la connivencia de Sánchez, pretende maquillar, cuando no ocultar, y reescribir de forma bien distinta hasta convertir a los terroristas en poco menos que unos represaliados de una dictadura que se prolongó hasta bien entrado el período democrático en 1983. El «sanchismo» alega que ETA ya es pasado, no así paradójicamente el franquismo ni la Guerra Civil, para justificar su ignominiosa alianza parlamentaria con Bildu.

Está empíricamente acreditado que el asesino «Txapote» votará a sus correligionarios bilduetarras y no a Pedro Sánchez, como le gritan a éste en señal de desaprobación por sus pactos indignos, pero sí le votarán millones de ciudadanos a cuya conciencia apelan ahora las víctimas para que reconsideren su voto por respeto a la memoria, dignidad y justicia que merecen.

Y no, no es una «boutade», ni un desahogo personal, afirmar que votar al PSOE de Pedro Sánchez es también votar a Bildu y por extensión a ERC, sus compañeros de viaje ésta y la próxima legislatura si los españoles no lo impiden en las urnas el próximo 28M y después en otoño.