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GaleanaEdurne Uriarte

La bandera escondida

Es gravísimo que desde las propias instituciones se niegue la identidad española de los vascos. Que se esconda, que se desprecie una de sus dos banderas

En estas elecciones municipales formo parte de la lista del PP en Durango, un bello municipio vizcaíno en las faldas del monte Anboto, donde ayer hicimos un acto electoral con Carlos García, el candidato a alcalde, en los soportales del ayuntamiento. Un ayuntamiento como tantos otros gobernados por nacionalistas donde las banderas desaparecieron hace mucho de los mástiles de la fachada principal y permanecen escondidos en un lateral, enrollados, ocultos sus colores para que nadie pueda distinguir la bandera nacional.

Con alcaldesa de Bildu, Durango tiene en común con otros muchos municipios vascos gobernados por partidos nacionalistas el desprecio absoluto al pluralismo de sus ciudadanos. Son la negación de la diversidad de una sociedad donde la inmensa mayoría se siente vasca y española y tiene pero no goza del derecho democrático a ser representado por sus dos banderas oficiales, la de España y la de la comunidad autónoma. Los nacionalistas trampean la ley de banderas porque se niegan a aceptar el derecho a sentirse tan español como vasco. Y esconden las banderas para así evitar su obligación de exhibir la bandera nacional, lo que rematan habitualmente con la burla añadida de colocar una gran ikurriña en un lugar cercano al ayuntamiento. ¿Qué dice el artículo 4 de la Constitución que la bandera de España estará en los edificios públicos junto a la bandera autonómica? Pues nosotros nos reímos de la Constitución y de los derechos y libertades de los ciudadanos, dicen y hacen los nacionalistas.

Carlos Moedas, el alcalde de Lisboa, al que tuve la oportunidad de conocer hace unos meses, es un hombre brillante que habla un perfecto español y que también conoce muy bien a la izquierda, quizá porque es hijo de un conocido líder comunista del Alentejo, de Beja. Moedas dijo el jueves en Madrid que «la libertad para la izquierda acaba cuando no piensas como ellos», una reflexión que describe igualmente bien a los nacionalistas y su sentido del pluralismo. Porque el pluralismo acaba para los nacionalistas cuando no te pliegas a su identidad excluyente. Y acaba en todo aquello que se refiere a la lengua, a la cultura, a la educación y a los símbolos. Una cosa es lo que garantizan la Constitución y las leyes y lo que sienten los vascos y otra lo que permiten los nacionalistas.

Tantos años centrados en la lucha contra ataques aún más graves, los terroristas, contra la vida y la libertad, a veces hemos dejado en un segundo plano otro pilar de la democracia como es el pluralismo. Es gravísimo que 44 etarras condenados y no arrepentidos concurran a las elecciones con Bildu, una legitimación abierta de la historia criminal de ETA, pero es gravísimo también que desde las propias instituciones se niegue la identidad española de los vascos. Que se esconda, que se desprecie una de sus dos banderas.

Es inimaginable que un dirigente de un partido democrático esconda y desprecie la ikurriña. Constituiría todo un escándalo democrático, porque las banderas no son un trapo, como pretenden algunos, sino símbolos de instituciones y de sentimientos. Y, sin embargo, ese escándalo democrático está ocurriendo desde hace muchos años con la bandera nacional.