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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Entre la multitud

El regalo que Sánchez llevaba a Biden se había roto. Un conjunto escultural de porcelana de Lladró representando a Don Quijote y Sancho Panza con un molino de viento de fondo. Algo espantoso.

Entra dentro de lo lógico que si Sánchez solicita una audiencia con Biden, y Biden responde que está de acuerdo en concedérsela, Biden aguarde en la Casa Blanca la llegada de Sánchez y Sánchez se desplace hasta la Casa Blanca para hablar con Biden. Posteriormente efectuadas estas premisas protocolarias, es costumbre que el presidente de los Estados Unidos acepte posar con su visitante para inmortalizar el encuentro.

Sánchez aterrizó en Washington en el «Air Bus» que utilizan Irene Montero y sus churris para garbear por Nueva York. Cuando descendió del avión, Sánchez agrietó –aún más– la epidermis y los gestos de su rostro. Le aguardaba a pie de escalerilla una multitud de enviados de Biden resumidos en una mujer. Recuerdo que muchos años atrás, viajé a Santa Cruz de Tenerife a pronunciar una conferencia, y me esperaban en el aeropuerto de La Laguna al menos, diez anfitriones, organizadores del gran acontecimiento cultural. A Sánchez le recibió una mujer, que a la postre se supo que nada tenía que ver con Biden, y que trabaja como funcionaria en la Embajada de España. Después del saludo de rigor –sólo fue uno–, Sánchez subió al coche y se dirigió al hotel, donde fue recibido por el Jefe de Recepción, el Jefe de Conserjería, y la jefa de la limpieza de la planta tercera del enclave hostelero. Al deshacer su equipaje, se llevó un disgusto.

El regalo que le llevaba a Biden se había roto. Un conjunto escultural de porcelana de Lladró representando a Don Quijote y Sancho Panza con un molino de viento de fondo. Algo espantoso.

Sánchez llegó con puntualidad a la Casa Blanca. Biden le recibió con cordialidad despistada. Dicen que ha perdido un poco la cabeza. –Soy Pedro, Joe–. –Bienvenido. ¿Cómo has dicho que te llamas?–. –Pedro, Joe, Peter, Joe, ¡joé!–. –¿Mexicano?–; –No, Joe, presidente del Gobierno de España–; –Ah sí, perdona mi despiste. El del pasillo–. –He venido porque me has invitado, Joe–. –En tal caso, te voy a llevar al despacho oval y hablamos un ratito. No podemos extendernos mucho porque creo que viene a verme el presidente del Gobierno de España–.

No he tenido acceso al meollo de la conversación. Creo que Biden le pidió a Sánchez más comprensión con la inmigración, y se interesó por su familia. –Están todos muy bien, Joe. Gracias por tu cariño–. –No tiene importancia, hombre, y ahora, si no tienes inconveniente, nos hacemos la foto y te acompaño hasta la puerta del despacho, porque está al caer el presidente del Gobierno de España. Ya sabes dónde tienes tu casa, Pedro, porque te llamas Pedro ¿es cierto?–. –Sí, Joe, jamás olvidaré tu hospitalidad y el tiempo que me has concedido–.

Es norma que el visitante, terminada la reunión, hable con los periodistas en los jardines de la Casa Blanca. Y que, por cortesía, el presidente de los Estados Unidos acompañe durante la rueda de prensa a su invitado. Pero Sánchez tuvo que conformarse con enfrentarse a los corresponsales de prensa en soledad. Se sintió cobijado al reconocer que la mayoría de los micros le resultaban familiares. La SER, Onda Cero, La Sexta, RTVE, Antena 3, Público, Radio ETA, y otras emisoras independientes de España. De vuelta al hotel, se explayó con los suyos, y no dudó en calificar su visita a Biden de «histórica».

No obstante, el ministro Albares, no mostró satisfacción alguna.

–Presidente, no quiero chafarte la alegría. Pero en mi opinión, la audiencia ha sido excesivamente limitada de tiempo–; –Ministro, el presidente Biden ha estado cariñosísimo. Y si no ha prolongado la entrevista, no ha sido por su culpa. Tenía que recibir, inmediatamente después , al presidente del Gobierno de España.

–Entonces, me callo, Pedro.