Fundado en 1910
El que cuenta las sílabasGabriel Albiac

Asco y voto en domingo

¿Qué demonios hacer para no sentirte, bien un perfecto canalla, bien un crudo imbécil, bien un cornudo apaleado de comedia barroca…?

Vas a levantarte de tu cama, tan amigable, de todos los domingos. ¿Vale la pena? Sabes que no. Y, sin embargo…

Todo, en el ambiente del domingo, te llamará a envolverte en el edredón y dejar que, a los que mandan, les vayan haciendo melindres sus abuelitas. Fue siempre odiosa la fetidez de los mejunjes políticos en la España contemporánea. Pero esto de ahora…, esto de ahora excede las peores previsiones. Todo, alrededor de nuestros padres de la patria, exuda asco: los individuos como las redes clientelares; las finanzas privadas, igual que las finanzas de partido. Y nada, absolutamente nada, va a salvarnos ya de eso.

Pero, lo de comprar el voto a doscientos euros por papeleta, España no lo había visto desde los más oscuros años del caciquismo y la miseria: hace un siglo. Pero, lo de que los millones precisos para esa compra procedan de dinero negro del narcotráfico, no tiene precedente. Pero, sospechar que pueda haber sido el Gobierno de un país fronterizo quien haya abastecido de fondos a los políticos estafadores, está más allá de cuanto pueda fantasear un país europeo. Pero, que una socialdemocracia, como tal admitida en la internacional de ese nombre, sea la aliada del partido a sueldo del Sultán de Marruecos, eso es ya indigno aun de la peor novela de ciencia ficción. Pero, que dos candidatos del PSOE hayan sido detenidos en Mojácar por idéntico delito, impone una conclusión: la «transición», la famosa y tan injustamente halagada transición, fue una mentira; detrás de la cual sólo había corruptos de diversas tendencias. Éstos que ahora salen a la luz son sus herederos. Legítimos.

Te levantarás, al cabo, de tu cama el domingo. ¿Qué remedio? Te dirás que tal vez la ducha y el primer café irán desliendo el asco. Sabes que no. Vas a comprobarlo enseguida. ¿Qué demonios hacer para no sentirte, bien un perfecto canalla, bien un crudo imbécil, bien un cornudo apaleado de comedia barroca…? No encontrarás la respuesta. Y el asco irá subiendo a tu garganta. Y el deseo imposible de vomitar ese asco al rostro del Gobierno, que ha hecho posible la compra de votos y la genuflexión y venta ante el tirano de Marruecos, se te irá haciendo más fuerte que nada. Escupir ese asco. Escupirlo al rostro de quienes han humillado a este país –o sea, a cada uno de nosotros– más de lo que, ni en nuestros peores momentos de misantropía, hubiéramos imaginado.

La reforma del código penal, que el doctor Sánchez elaboró como garantía de una futura independencia impune para la Cataluña de Junqueras, servirá igual para el día en que el Sultán dé a sus asalariados orden de proclamar la marroquinidad de Melilla y Ceuta. Como quiera que esos asalariados forman bloque político con los colegas del doctor, no parece que los problemas vayan a ser excesivos. ¿Se entiende ahora la historia de amor entre Mohamed y Sánchez? Se entiende. O, al menos, se sospecha. Falta saber cuál fue el precio.

Un asco primordial, nada más que un asco.

Te levantarás de tu cama, tan amigable, de todos los domingos. ¿Valdrá la pena? Sabrás que no. Lo sabrás. Y, sin embargo…