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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Reflexión

Se tratará de una experiencia nueva. En las localidades pequeñas los votos son más personales que ideológicos. El mío será igual que el de la mayoría de los ganaderos de La Montaña, para mí, los héroes resistentes de esta tierra bendita

Escribo a primeras horas de la mañana de la llamada Jornada de Reflexión. Mañana –hoy para los lectores y para mí-, acudiremos a votar. Me he despertado a las 6 de mañana, y a las 6 y un minuto he dado por terminado mi esfuerzo reflexivo. No he fallado en ninguna cita electoral. El voto no sólo representa la libertad individual en una sociedad democrática. También la censura. Y hoy, mi voto es más de censura que de esperanza. Experimento una sensación nueva. Hasta ahora, he votado siempre en Madrid, y hoy lo haré en Ruiloba, un maravilloso municipio de La Montaña con un censo que no llega a los 800 electores. Ayer oí al presidente de la Comunidad, Revilla, –que ignoraba cómo se llamaba el candidato de su partido a la alcaldía de Santander–, que estaba dispuesto a pactar con todos menos con Vox, porque los de Vox no dicen Cantabria, sino La Montaña. Una bobada. Vox no se presenta en Ruiloba y haciendo uso, que no abuso de mi libertad, mi papeleta será para el PP. El señor Revilla está obligado a saber que cántabro y montañés son sinónimos, como el lápiz y el lapicero. Dentro de lo que cabe, que es poco, el PP, el PSOE, Vox, Ciudadanos y los diferentes partidos comunistas y podemitas, son partidos ideológicos. En La Montaña, PRC es un partido clientelar, más conservador que socialista, que lleva muchos años en el poder habiendo ganado sólo en una convocatoria. Pero muy bien organizado para mantener en la provincia –Santander le viene grande–, una leal clientela. El PRC es Revilla, y sin Revilla, los votantes del Partido Regionalista engrosarán el caudal del PP, de Vox y del PSOE. PRC nace de la pureza falangista de su fundador, que ha conseguido, con mucho mérito, establecerse en La Montaña gobernando con todos los demás, desde Juan Hormaechea, pasando por el PP y el PSOE, y como en Podemos dicen «Cantabria», Podemos entra en las posibilidades de pacto. Me he llevado personalmente muy bien con él, y compartimos una gran afición por los bolos montañeses –así los llamaron el Zurdo de Bielva y el Zurdo de Mazcuerras-, míticos jugadores que publicaron el primer reglamento en su libro compartido «El Juego de Bolos Montañés» -Gráficas Ansorena, Cabezón de la Sal-, sin fecha de edición consignada, allá por la tercera década del siglo XX.

Pasar de votar con cinco millones de personas a hacerlo con 700, no es un descenso democrático, sino un aumento. El voto vale más. Recuerdo una película protagonizada por Michael Douglas, en su papel de presidente de los Estados Unidos, y Annette Bening, guapísima y estupenda actriz que representaba a miss Wade, una tenaz militante ecologista. Se enamoran, él incumple una promesa y surge la bronca.

«¿Me estás diciendo que te he perdido?», pregunta el presidente «No. Has perdido algo mucho más importante que mi amor. Has perdido mi voto».

Revilla no ha perdido mi voto porque nunca lo ha podido tener. Y no me gusta ni ilusiona la candidata del PP a la presidencia de Cantabria, confusa y sorayista. Pero creo que tienen un equipo más completo, y que es bueno y conveniente combatir con el voto la excesiva prolongación en el poder de un político. De vivir en Santander, mi voto sí podría interpretarse ilusionado a Gema Igual, que supera en todo a su jefa en el PP, pero así es si así os parece, como en la comedia de Pirandello.

Se tratará de una experiencia nueva. En las localidades pequeñas los votos son más personales que ideológicos. El mío será igual que el de la mayoría de los ganaderos de La Montaña, para mí, los héroes resistentes de esta tierra bendita. Sucede que esta tierra es bendita porque no predomina el odio, y a pocos días de las elecciones todo vuelve a la normalidad.

Quizá soy excesivamente optimista.