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Enrique García-Máiquez

Han ganado todos: la pedrea

La cantidad de plazas donde la suma del PP con Vox da la llave de la mayoría marca una raya en la arena. El PP tendrá que aclarar su posición. Haga lo que haga, o pacte o no, beneficiará a los de Abascal. Eso –y eso es mucho– gana Vox

Hay tres escalones de celebraciones en las elecciones de ayer. El primero, el más tópico, el clásico. Esto es, los buenos resultados de racimo, para todos, por defecto (sic), ea. Hemos visto contadas excepciones cuando no ha quedado más remedio que la dimisión después de un batacazo indisimulable. Pero la regla es la celebración electoral en una apoteosis de Campoamor: «En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira:/ todo es según el color/ del cristal con que se mira». Tanto subjetivismo tiene su gracia.

El segundo escalón es la escala. Séneca decía acerca del número de sus lectores: «Cierto!», esto es, «unos pocos me bastan, uno me basta y hasta ninguno me basta». Con eso, quitando lo de ninguno, en una noche electoral de elecciones autonómicas y municipales, es fácil hallar consuelo. Es la pedrea de las jornadas electorales y raro es el partido que no encuentra en la ancha y espaciosa España un buen resultado al menos que llevarse a la boca (del portavoz oficial). Reconozcamos la verdad que encierra el estoicismo de Séneca. Gobernar en un pueblo o en una ciudad o en alguna región, si pensamos en la cantidad de bien que se puede realizar para los vecinos y la responsabilidad con ellos sí es un motivo de celebración objetivo. Felicito a (casi) todos los ganadores.

El tercer escalón es ir viendo los partidos políticos uno por uno. Y no hace falta ser Campoamor ni tan siquiera Séneca para reconocer que esta vez todos tienen razones para la alegría, más o menos auténtica. El PP ha superado en un montón de votos al PSOE. Esto le regala la pole position para la salida de las inminentes generales. El mito Ayuso se agiganta. El PP gana y brindará… con rioja.

Vox crece y consolida su condición de tercer partido nacional. Poca broma ahí. También confirma que tiene un electorado granítico que resiste los cantos de sirena del voto útil. Vox sube aunque el PP suba. Eso ya lo sabíamos pero es bueno subrayarlo porque muchos no se han enterado del dato, que debería disipar de una vez los poco gallardos votos del miedo y las taimadas llamadas al cálculo. En clave interna hay un logro del secretario general Ignacio Garriga que se ha hecho con las riendas del aparato en un tiempo récord. En clave externa, la cantidad de plazas donde la suma del PP con Vox da la llave de la mayoría marca una raya en la arena. El PP tendrá que aclarar su posición. Haga lo que haga, o pacte o no, beneficiará a los de Abascal. Eso –y eso es mucho– gana Vox.

Podemos quizá tampoco entienda al primer golpe lo mucho que tiene que celebrar, pero que piensen que se alejan un poco más aún de la tentación. Siempre repudiaron la casta, pero caían luego en la práctica del poder. Lo que ganan es que no tendrán tantas tentaciones. Éticamente, no es poco.

Lo de Bildu, que saca petróleo de su rentable extorsión a Sánchez, no es tentación sino pecado de nuestra democracia. Han crecido y yo no estoy aquí para inventarme la realidad ni hacer un Campoamor. Ganan, ay, y el PNV, que pierde ante ellos, también gana, pues son sus criaturas. Perdemos los españoles y la dignidad.

Luego, está el PSOE. Como el batacazo debería haber sido muchísimo mayor, suspirarán con alivio. Han salvado al menos algo. No tanto como el resto, pero un clavo al que se agarrarán –regresen a Campoamor– como a un clavo ardiendo.