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El puntalAntonio Jiménez

Un 23-J a cara de perro

El símil del animal herido que reacciona a la desesperada es aplicable a un Sánchez quebrantado del que se puede esperar de todo hasta el 23-J menos grandeza política

La huida hacia adelante de Sánchez desde la debacle electoral del PSOE el 28-M no ha parado. Huye de su Gobierno al que no consultó el adelanto electoral; de sus socios a la izquierda a los que ignoró y ha obligado a intentar formalizar una candidatura en apenas diez días ; de la prensa que quiere interpelarle sobre su responsabilidad en el naufragio socialista de las municipales y autonómicas y a la que ha esquivado hasta en una cumbre europea, su escenario favorito, y después de entrevistarse con Zelenski; y huye de su partido y de los votantes socialistas a los que no ha dado ninguna explicación sobre el desastre electoral y a los que evita para que no cuestionen su continuidad al frente del PSOE y su candidatura, nuevamente, a la Presidencia del Gobierno, como señala Alfonso Guerra.

Sánchez huye de todo el mundo menos de sí mismo y de su conciencia, esa que le dictó según dijo, ajeno al interés general, llamar a las urnas en plena canícula estival de julio, y de sus diputados y senadores, «sanchistas» antes que socialistas, que aplaudieron y jalearon como si hubieran ganado los comicios, su diatriba desesperada, fuera de sí, contra el PP, Vox, y los medios de comunicación a los que culpa de su fracaso.

Los grupos parlamentarios socialistas del Congreso y Senado simbolizan dentro del PSOE su guardia pretoriana, distante de los barones y alcaldes que han perdido el poder por su culpa, por su alianza tóxica con Podemos y por sus amistades peligrosas con el independentismo catalán y con los herederos de ETA. Esa parte del PSOE a la que no da explicaciones y ha dejado en la calle el 28-M; que le señala por sus errores y reprueba su radicalización «podemita», es a la que pretende movilizar esta campaña para que salve sus posaderas políticas y su continuidad en la Moncloa después del 23-J. Creo que lo tiene un poco crudo .

Es evidente que Sánchez sigue sonado desde el 28-M y continúa irascible y frustrado sin asumir con humildad y deportividad su fracaso en las urnas; de haberlo asumido iría en contra de su personalidad egocéntrica, narcisista y egoísta. No felicitó hasta dos días después del domingo al único dirigente socialista que consiguió retener el poder, García Page, en medio del tsunami azul que anegó el mapa político de España y todavía no se ha dirigido a Feijóo para darle la enhorabuena que la cortesía democrática aconseja y obliga.

Muy al contrario, mientras él se equipara con Biden, insulta a Feijóo y Abascal al caricaturizarlos como remedos de Trump y Bolsonaro, en un ejercicio de «trumpismo» de manual con el fin de dividir y enfrentar aún más a la sociedad y desviar la atención de sus culpas y errores en una derrota electoral sobre la que aún no ha hecho un ápice de autocrítica.

The Times, el diario londinense, no la prensa española, le retrata como un político «temerario y autócrata que ha disparado su última bala» . Una definición muy acorde con el personaje cuyo proceder durante la legislatura ha dado muestras notables de ejercer un liderazgo autocrático típico de un dirigente autoritario.

El símil del animal herido que reacciona a la desesperada es aplicable a un Sánchez quebrantado del que se puede esperar de todo hasta el 23-J menos grandeza política, como evidencian los primeros vídeos de la factoría monclovita contra el PP y la cascada de comentarios vertidos en Twiter más propios de un «hooligan» que de un presidente de Gobierno.

Feijóo y Abascal ya están advertidos sobre la campaña a cara de perro, cuajada de provocaciones y ataques desmedidos que desde el «sanchismo» y sus terminales mediáticas tendrán que aguantar y responder mientras negocian la gobernación de ayuntamientos y comunidades. Harían bien en soslayar los puntos de fricción y atender únicamente a los problemas reales de los ciudadanos a los que gobernarán, sin espectáculos, para que Sánchez y sus corifeos entiendan que a los españoles no les preocupa ni asusta el argumento pueril de la «ola reaccionaria» que supone la llegada de la derecha al poder, sino el extremismo de la izquierda que lidera el propio Sánchez y que mal gobierna el país, al menos, hasta el 23-J.