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Ojo avizorJuan Van-Halen

Desinformación

La batalla que debemos esperar, y no la única, es la desinformación. Sembrar confusión es una ventaja para derrotados sin argumentos

Los expertos opinan que buena parte de lo que nos llega de la guerra no declarada entre Rusia y Ucrania es desinformación. Mi experiencia en guerras me llevó a saber que una desinformación bien vendida vale tanto como una batalla ganada. En Vietnam, en Pakistán, en Bangladés, en Suez y antes en el Ulster que, de hecho, era entonces una guerra en pequeño formato, comprendí que tan importante como lo sucedido era lo contado. La guerra que anuncia Sánchez para aderezar a su favor las elecciones del 23 de julio se va a apuntalar en la desinformación, en la mentira, en sus mantras de siempre, pero dudo que esta vez consiga su propósito.

Sánchez no ha calibrado una evidencia: el problema es él. Y el ciudadano quiere pasar factura política de sus innumerables desaciertos, no pocos de ellos tan perjudiciales para España como para las economías familiares. Por eso me extraña su convocatoria de elecciones pese a la trampa de la fecha: calor de 40º o más, media España de vacaciones, muy avanzado el proceso de saldo de la nacionalidad española, previsible enorme aumento del voto por correo con las sacas guardadas en no se sabe dónde y con qué custodia, y desde un mapa político bien distinto al previo a las municipales y autonómicas. O Sánchez se guarda una carta en la manga, lo que no descarto, o el reiterado resistente zozobrará esta vez.

Resultó sorprendente la primera comparecencia del derrotado presidente ante sus palmeros, los diputados y senadores. Le aplaudieron a rabiar aquellos cuyo futuro político depende de él: figurar en una próxima lista, único salvavidas para muchos. Nadie hubiese dicho que la reunión era para anunciar una debacle electoral. Todos estaban encantados. Parecía una reunión del Comité del Partido del Trabajo de Corea del Norte donde Sánchez hacía de Kim Jong-un. Ni una autocrítica, nada mal hecho, los perdedores acá y allá habían acertado en su gestión. Y lo más grave: los equivocados eran los votantes. Esas gentes de «extrema derecha y derecha extrema» que habían decidido destrozar su gran labor presidencial. Desautorizar e insultar a los ciudadanos discrepantes en las urnas sólo cabe en un dictadorzuelo bananero. Sánchez sigue sin entender el poder en democracia.

Es descabellado considerar de «extrema derecha y derecha extrema» los muchos millones de votos conseguidos por PP y Vox, a los que él incluyó dentro de tal apelativo. Los que no le votan son fachas. Y aún es más descabellado aprovechar una espectacular derrota de su partido para pasarse al modo Podemos, otro gran derrotado de la jornada, y arremeter contra ese gran poder oculto que según Sánchez apoya a la malvada derecha y acusar a los medios de comunicación cuando en ellos tiene tantos, tan visibles y tan sumisos coleguitas, no todos en la televisión pública. Y chirriante fue que Sánchez advirtiera a sus palmeros, ahora políticamente secuestrados, sobre las mentiras de la derecha. Cuando Pinocho acusa de mentirosos a otros hay que echarse a temblar.

Creo que la batalla que debemos esperar, y no la única, es la desinformación. Sembrar confusión es una ventaja para derrotados sin argumentos. Ya actúan las redes sociales aventando falsedades creíbles para quienes no tengan la precaución de confirmar lo que leen. Incluso columnistas respetados caen en la trampa; nadie está a salvo. Las páginas dedicadas a desvelar bulos no se han ocupado de eso porque son zurdas. El gran poder de la desinformación. Se utilizará lo que sirva para enturbiar el inevitable –y a mi juicio deseable– pacto entre PP y Vox. Sánchez pacta con ERC y Bildu, este último filoterrorista, y se presenta como algo natural, y a dos partidos constitucionalistas se les condena por barajar hacerlo. No hay que caer en esa trampa. Cosa distinta es que cada partido de la derecha elija su ritmo y su táctica. Mientras, jalear a la izquierda radical, espacio político que ha asumido Sánchez, será bienvenido. Desinformar es una táctica de los perdedores.

Como colofón una pequeña maldad. Pienso cuánto se habrá arrepentido Andoni Ortuzar, presidente del PNV, de apoyar la moción de censura contra Rajoy desoyendo a sus parlamentarios en Madrid. Sánchez cuando pudo le puso los cuernos con Otegui. Y lo que le espera. Ya no podrá limitarse a recoger las nueces.