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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Lo que de verdad está en juego el 23-J

Los españoles tendrán que elegir si quieren o no que se celebren consultas de independencia en Cataluña (y el País Vasco), así de sencillo

El 28-M ha supuesto un terrible revolcón para el PSOE, cuyo poder autonómico se quedará reducido a gobernar a menos de cuatro millones de personas en un país de 48 millones de habitantes. Para tapar tan humillante sopapo, Mi Persona ha adelantado las elecciones generales. Y lo ha hecho a su estilo, con trampa incorporada, fijándolas en plena canícula y en un puente donde se calcula que viajan hasta tres millones de españoles. Pero aún así, sus perspectivas parecen tétricas. La derecha, la suma de PP y Vox, va camino de relevar a Sánchez y su coalición antiespañola, según ratifica la encuesta de Target Point que ha publicado este fin de semana El Debate. El agua les llega al cuello. La Moncloa ha lanzado este lunes a la desesperada una estrafalaria propuesta, un debate semanal televisado entre Sánchez y Feijóo. Un presidente alérgico al debatir durante toda la legislatura implora ahora plató televisivo, y hasta está dispuesto a comparecer en medios que no son afines, a los que había vetado por sistema.

La situación es tan angustiosa para el PSOE que el periódico de referencia de la izquierda –dominado por un inversor foráneo cuya brújula real es ganar pasta en España– ha publicado un dramático editorial animando a cerrar filas con el sanchismo para evitar el giro a la derecha. En ese llamamiento imploran por la unidad Yolanda y Podemos, porque reconocen que si la izquierda se presenta con tres marcas lo pagará muy caro en las urnas. Lo cual es cierto. El crecimiento del PP, por ejemplo, se debe en buena medida a que ha desparecido la distorsión que suponía Ciudadanos en el arco de la derecha, que hasta ahora saltaba a la cancha con una pierna atada, partida en tres.

El otro argumento del editorial de la prensa de izquierdas de capital de derechas es que los españoles tienen que elegir entre un moderno proyecto socialdemócrata de «redistribución de riqueza» o una derecha que solo ofrece «neonacionalismo español» y derogar el sanchismo. El llamamiento concluye asegurando que estamos ante dos modelos de país, pero que «ambos son nítidamente españoles». Y este aserto supone una inmensa falacia que hay que rebatir. Lo que nos jugamos el 23-J es si elegimos a una coalición antiespañola, que dará pasos hacia la ruptura del país con tal de que Sánchez mantenga su poltrona; o si damos el poder a partidos que apoyan la unidad de España y el orden constitucional.

No nos despistemos. Las elecciones del 23 de julio son vitales por una sola razón: en ellas está en juego la propia existencia a medio plazo de la nación española. Es increíble lo que está costando que el público español vea nítidamente algo clarísimo: el pago que tendrá que abonar Sánchez para mantenerse en el poder con la coalición Frankenstein 2 será dar luz verde a algún tipo de consulta de independencia en Cataluña (y detrás vendrá el País Vasco). En la legislatura anterior, el PSOE abonó un precio altísimo, que se suponía impensable: indultar por la cara a los golpistas de 2017; remozar a su dictado el Código Penal, dejando a España indefensa cuando se produzca otro alzamiento sedicioso; y abrir la puerta para que todos los asesinos de ETA vayan saliendo, que era la condición que le fijó Otegui (un terrorista condenado que ha sido entrevistado este fin de semana en la prensa vasca que sufrió asesinatos etarras como si fuese un amable estadista).

Si a partir del 23-J seguimos con Sánchez a cuestas, la próxima legislatura será la de las consultas independentistas, por eso ha atornillado en el TC al leal mamporrero Conde-Pumpido para que las valide. Esos referendos vendrán acompañados además de unos nuevos estatutos, donde se establecerá que la última instancia judicial en Cataluña (y el País Vasco) serán los tribunales regionales, una vía para que sus gobiernos nacionalistas hagan directamente lo que les dé la gana.

La operación descrita dejará a España hecha un cromo. Pasará a ser una especie de laxa confederación con dos estados asociados, Cataluña y el País Vasco.

En resumen: los españoles que quieran conservar el país en que viven deberán votar contra Sánchez el 23-J, sean de derechas, de izquierdas o medio pensionistas. Por el contrario, si te mola el comunismo, los tics autocráticos, el partido de ETA y el de Junqueras y quedarte sin país, no lo dudes: tu opción es el gran Peter. Así de fácil.