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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Pedro Sánchez, el traidor

Pedro Sánchez es incluso mucho menos que un fatuo, es decididamente un necio. Lo que menos necesita España ahora mismo, lo que mucho menos necesita el mundo en medio de una guerra en Europa. O sea, un traidor

El nivel de la clase política mundial anda por los suelos, duele, aunque más duele constatarlo en España, el país de José Ortega y Gasset, de José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (Azorín), de María Zambrano, de Fernando Savater, entre otros grandes, quienes inspiraron a políticos superiores, debido al nivel de preparación que tuvieron, y que situaron a España en una escala envidiable de sapiencia en cuanto a gobernabilidad. El economista Ramón Tamames y casi toda su generación son ejemplos, así como Adolfo Suárez, ficha capital durante la llamada transición española.

Pedro Sánchez nunca fue ni es un político preparado para gobernar, ni siquiera es un ser humano capacitado para la vida pública. El presidente español no contiene en su espíritu más que fatuidad, o peor, necedad. No hay más que recordar la escena donde después de estrechar la mano de un niño negro en la calle sacude y limpia las suyas.

Allá por donde va, Sánchez deja una estela sotto voce de comentarios en son de burla, y ni hablar de las redes sociales, las inflama, arden tras cada una de sus controversiales intervenciones. ¿Puede Sánchez mostrarse en público? No sólo cada vez puede menos, sino que ha empezado a evitar los actos oficiales, como el más reciente, en el Día de las Fuerzas Armadas, en el que por el contrario los Reyes fueron aclamados.

No obstante, lo que destacaría de la personalidad de Sánchez es el nivel psicótico de aparente simpatía que envuelve cada una de sus apariciones; y, sin embargo, en más de una ocasión las cámaras fotográficas han captado sus descuidos: mandíbulas apretadas, miradas diabólicas, gestos turbios. Sánchez negligente muestra desafiante su turbiedad. Una opacidad que asusta.

No estamos ante alguien que pueda percibirse en su claro juicio, sino más bien tropezamos con una especie de enjuto personaje cuya dualidad o multiplicidad de carácter pareciera que le autoriza a decir una cosa y su contrario sin inmutarse. La incoherencia más destructiva lo define, lo siluetea como un vehemente traidor.

Traidor de España, y traidor de sí mismo. ¿Es consciente? Pruebas sobran para advertir que sí lo es, y no le importa, al contrario, goza con serlo. Sobre todo, cuando hace esperar al Rey de España saltándose tan frescamente los protocolos, o desprecia a los cultivadores españoles de fresas y elige a los alemanes.

La que primero se dio cuenta de estas, entonces sutiles, atrofias de Sánchez, fue la señora Miriam Gómez, amiga querida, viuda del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Recuerdo que íbamos caminando por Londres y de buenas a primeras, en medio de un gran silencio que a veces se instala entre ambas, confesó:

–Me da miedo España, o sea, me da miedo Pedro Sánchez…

Obviamente le pregunté por qué, pues era muy al comienzo de la aparición de Sánchez en el panorama político, yo pretendía que Miriam Gómez exageraba. Ella respondió sin titubeos:

–Me recuerda demasiado a Fidel Castro, habla con la misma fatuidad que Castro, sus gestos, todo en él lo asemejan como aquel fatuo que destruyó Cuba…

Comentamos algo más acerca de la política española, que tanto nos interesa y preocupa a ella y a mí, y de vuelta a la casa donde me quedo siempre que viajo a Londres, no podía apartar de mi pensamiento el comentario de Miriam Gómez, entonces me vino a la mente aquella otra frase de Jean de la Bruyère: «Necio es aquel que ni siquiera tiene el ingenio preciso para ser fatuo.»

No, Pedro Sánchez es incluso mucho menos que un fatuo, es decididamente un necio. Lo que menos necesita España ahora mismo, lo que mucho menos necesita el mundo en medio de una guerra en Europa. O sea, un traidor.

Si algo tiene de tremendamente espantoso su presencia como político español y europeo es que ha arrastrado a todo un partido en su demencial egolatría, también a sus votantes. Del mismo modo, si sigue gobernando, hundirá a España; tiempo al tiempo. Pues, mejor, voto a tiempo.