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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El enfado de mamá

En estos últimos días, la madre más enfadada de España ha resultado ser la de Pablo Iglesias. A pesar del pasado de su padre, Iglesias Turrión teme más a la Turrión que al Iglesias

Madre sólo hay una, y si una madre se enfada hay que bajar la cabeza y asumir las consecuencias. «Sólo tiemblo cuando se enfada mi madre». Esta confesión no es de Tamara Falcó y por ende, no es Isabel Preysler la madre en cuestión. Fue el general Montgomery –Monty– el que pronuncio tan sabias palabras cuando un periodista inglés le preguntó si el general Rommel le inspiraba desasosiego días antes de la culminante batalla del Alamein.

Subía por la calle de Ayala hacia la de Velázquez cuando a punto estuve de ser arrollado por un hombre-cohete. Se trataba de un viejo conocido que merendaba todos los jueves en Embassy con su madre y sus amigas. Soltero, cincuentón, y muy apegado a su hacedora. En muchas ocasiones me crucé con él, siempre elegante y tranquilo, paseando a su caniche blanco sujeto por una correa elástica. Aquella tarde corría como una gacela y a punto del soponcio. «¿Qué te pasa?», pregunté al bólido. «¡Que llego tarde a la merienda con Mamá, y es capaz de matarme!». Era de ese modelo de hombre que en las bodas con baile, se pasaba toda la noche bailando con mamá.

Muchas madres, afortunadamente, compaginan a la perfección el amor con la dureza. El sacerdote navarro, y párroco sustituto de Olite, Javier Salceda Echalar, tenía fama de ser un gran confesor, equilibrado en los regaños y las penitencias. Y su madre quiso comprobarlo personalmente. Finalizada la confesión, el padre Salceda Echalar, después de absolver los pequeños pecados de quien le trajo al mundo, se atrevió a decirle a su fundamento vital: «Madre, te he puesto una penitencia mucho más leve que la que tú me has puesto a mí». No obstante, abandonó el confesionario, se arrodilló en un banco y se puso a cumplir la penitencia que su madre le endilgó.

En estos últimos días, la madre más enfadada de España ha resultado ser la de Pablo Iglesias. A pesar del pasado de su padre, Iglesias Turrión teme más a la Turrión que al Iglesias. Y está con Yolanda Díaz y Sumar Sumando que se sube por las paredes. Motivos le sobran. Su hijo le ha reconocido que Yolanda Díaz no quiere ver ni en pintura, y menos aún en sus listas electorales, a Irene Montero. Irene es un problema, y la madre lo sabe, pero es la mujer de su hijo y la madre de sus nietos. Y una madre tiene todo el derecho al enfado cuando intuye que su única nuera está a un paso de quedarse sin trabajo, con el trabajo que le ha costado alcanzar el trabajo que ahora disfruta. Un trabajo muy duro que no le deseo ni a mi peor enemigo. Y vista la escasa repercusión que han tenido las amenazas y exigencias de su niño, se ha sentido obligada a tomar las riendas contra injusticia que pretenden cometer con su nuera. Los antiguos compañeros de Pablo e Irene son los principales obstáculos que le impiden disfrutar a la Montero de un horizonte claro. Ramón Espinar –¡desagradecido!– ha dicho que «Podemos ya sólo existe para que Irene Montero vaya en una lista». Y el hijo se lo ha pedido a la madre: «Mamá, o te enfadas tú, o no hay nada que hacer». Y se ha enfadado. Y ha exigido a la de Sumar Sumando que Irene encabece una candidatura con garantía de éxito, y la Díaz, que lo que tiene de sobona y hueca lo supera con su reconocida maldad, le ha hecho saber que con Irene cualquier candidatura carece de garantía de éxito, porque no la soporta nadie. No obstante, me gustaría tranquilizar a la señora Turrión y aliviar su desencanto enfadado. No se preocupe. Tranquila, señora. Si finalmente no hay acuerdo y la niña no es aceptada en Sumar Sumando, su hijo la puede enchufar de nuevo, y en esta ocasión, en el canal Red de Roures, que va como un tiro.

Como un tiro en la sien, pero como un tiro.

Madre no hay más que una.