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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Pedro debería debatir con Sánchez

Cuando esto acabe el 23 de julio y hablen los que ahora callan para conservar un mes más la nómina, el reportaje de Rodrigo Terrasa se va a convertir en una hagiografía de Pedro

Pedro quiere debatir. Pero solo quiere hacerlo con Feijóo. Le sobran los ganaderos, los autónomos, los profesores, los sanitarios, los saharauis, los jueces, las víctimas de violaciones, le sobran los currelas que no llegan a fin de mes, le sobra hasta Yolanda. Seis debates, seis, quiere con un líder que le saca de quicio porque tiene cuatro mayorías absolutas para dar (sobre todo a él que es el presidente más débil de la democracia) y para tomar, con un político que no tensa el mentón ni pone vocecita de niño bueno cuando miente, un responsable público al que se acogerán el 23 de julio hasta los socialistas de carné. Esa diarrea de debates podría sintetizarla en uno. La mejor confrontación la debería librar con él mismo, Pedro contra Sánchez, con un guion muy sencillo: de cómo al presidente con más apoyo mediático de la historia de España, habiendo colonizado todas las instituciones y repartido millones de euros públicos a destajo, cosecha el más alto índice de rechazo entre sus ciudadanos de nuestra reciente historia democrática.

Hasta Feijóo le sobra para debatir. La infinita bondad que se arroga, su pretendida vocación por ayudar a los más desfavorecidos, su historial de haber luchado a muerte contra las más letales plagas del siglo XXI, todo su caudal de hazañas feministas, ecologistas y progresistas, abocan indefectiblemente a una verdad incontestable, a un intangible para su propaganda: los ciudadanos españoles no le quieren, su descrédito es oceánico. Descontados los fachas, los fascistas, la extrema derecha y la derecha extrema, los medios a los que ha despreciado, los compañeros a los que ha echado, los capitalistas de puro y reservado, las hormigas de Pablo Motos, Ana Rosa, Iker Jiménez, Pitingo, Figo, José Manuel Soto, Moncho Borrajo… hay ocho millones de españoles que no es que no le voten, es que no le pueden ni ver.

Ese es el debate que tiene que abordar el presidente del Gobierno: será catártico, podrá su laboratorio monclovita de ocurrencias seguir pariendo patochadas cada vez más extravagantes, podrá mandar a la trompetería oficial que puebla las tertulias a amenazar con el fuego eterno a los que no defiendan a Su Persona, podrá convocarnos a votar a 38 grados a la sombra, podrá reclamar que le paguemos el diezmo de nuestro voto por su infinita bonhomía patriótica, pero seguirá escuchándose la misma letanía: Pedro, España no te quiere.

El presidente más autoritario de la democracia española no ha sabido conquistar el 28-M ni un solo voto fuera de los estómagos agradecidos, los beneficiados asistenciales y su familia. Solo los que otean en el horizonte las irremediables cesantías se lanzan a twitter a lloriquear por el honor mancillado de Pedro por la pluma de un periodista de El Mundo, que no ha hecho otra cosa que recabar testimonios de sus compañeros, los que más le conocen y han sufrido.

Ahora Pedro quiere debatir. Decenas de comparecencias de prensa sin preguntas, cero transparencia sobre sus viajes en el Falcon, rechazo a sentarse con Pablo Casado en 2019, ni una explicación sobre por qué ha hecho justo lo contrario de lo que prometió en la pasada campaña, y se ha convertido en el adalid del debate y la confrontación dialéctica. Cuando esto acabe el 23 de julio y hablen los que ahora callan para conservar un mes más la nómina, el reportaje de Rodrigo Terrasa se va a convertir en una hagiografía de Pedro.