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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Comunismo Barbie

Han purgado a Irene Montero de forma humillante los mismos que ella y Pablo Iglesias purgaron cuando estaban en el apogeo de su poder

Solo existe una manera en que el comunismo, con toda su historia de atrocidades y miseria, pueda sobrevivir en las sociedades civilizadas y es disimulando, camuflándose, aparentando no ser lo que es y cambiando de piel cada vez que esta se cuartea por el contacto con la realidad. Los partidos conservadores o socialdemócratas no se avergüenzan de su historia y defienden su marca, los comunistas no pueden hacerlo por eso se han vuelto expertos en reinventarse; cuando los ciudadanos les dan la espalda lanzan otra etiqueta con la que seguir dando la tabarra al personal y, con suerte, vivir una temporada más del dinero público.

El PCE de la transición se fusionó, en un alarde de pluralidad, con las Juventudes Comunistas para alumbrar la marca Izquierda Unida. Eran los mismos, pero llamándose Izquierda Unida parecían más en número y menos en sectarismo. De esa Izquierda Unida salió hace algunos años el invento de Podemos, luego Unidas Podemos, que estos días enterramos sin gloria para presenciar el nacimiento de Sumar, donde sigue mandando la misma Izquierda Unida de hace 30 años. No hay más que ver quienes señalaron a Irene Montero la puerta de salida en esta crisis. Son los mismos de siempre, pero ya no vienen envueltos en ni en el color rojo comunista ni en el morado podemita, sino en un rosa Barbie más acorde con el discurso pueril de su líder.

Es cierto que la escabechina ha dejado un poco deslucidos el rosa y los llamamientos naif a la unidad. Irene Montero ha sido ajusticiada en la plaza pública sin ningún tipo de miramientos. La han purgado de forma humillante los mismos que ella y Pablo Iglesias purgaron cuando estaban en el apogeo de su poder. Pero también han contribuido todos los palmeros de estos años, los que jalearon cada uno de sus insultos, sus abusos y sus desvaríos. Así de implacables son las purgas comunistas. No en vano dirigiendo toda la operación sin que se note ha estado el secretario general del PCE, Enrique Santiago.

Aquellos que sientan la tentación de alzar su copa por el fin de Podemos pueden disfrutar del momento. Desde los escraches en sus inicios a la Ley del sí es sí en su final, difícilmente se puede encontrar a una formación más tóxica para la convivencia democrática. Su desaparición bien merece algún tipo de festejo después de tanta basura como trajeron a nuestras vidas. Pero nadie debe llamarse a engaño, la plataforma de Yolanda Díaz no es más que el Podemos de Vistalegre sin tres personas: Iglesias, Montero y Echenique. Estamos ante el enésimo cambio de piel de la extrema izquierda española y el que necesita Pedro Sánchez para mantener la ficción de que la remontada electoral es posible.

El primer gesto de la nueva líder de la izquierda de siempre ha sido anunciar que las papeletas electorales de Sumar llevarán impresa su cara. Es el mismo truco populista que inventó Pablo Iglesias hace casi una década. Tanta carnicería para empezar exactamente de la misma manera que el padrino al que acaba de ajusticiar. Ni Scorsese sería capaz de superarlo.