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Desde la almenaAna Samboal

Ella

Yolanda Díaz anuncia la economía de las personas, la del sentido común. No acaba de explicar por qué, durante su mandato, han crecido los pluriempleados como lo hacían en los tiempos de posguerra

Se hace harto difícil de entender, leyendo y escuchando las lisonjas que por doquier reparten sus rendidos y mimados incondicionales, cómo hemos logrado sobrevivir sin ella.

Ella es esa mujer de eterna y dulce sonrisa, de cuidado y estudiado atuendo en blanco, que nos conmina a cuidar de las personas. Es la misma que, con una frialdad extrema, digna de los más eficaces maquiavelos, ha matado políticamente, sin miramiento alguno, sin despeinarse, a todos aquellos que han procurado su progreso. Que pregunten por Lugo, para más señas. Ella es la que se cuelga melosamente del brazo de su adversario, la que le elogia al tiempo que prepara el veneno, la que le alaba en público en los desayunos y le fulmina con alevosía al caer la noche. Pregunten a Iglesias, el maestro en cabalgar contradicciones. Y, ahora, bajo la bandera de un partido, el comunista, que nunca ha creído en el progreso del ser humano, viene a pedir nuestro voto anunciando la buena nueva: será Ella, con mayúsculas, la que democratice el mercado laboral. Da risa. O miedo.

Yolanda Díaz ha llegado a nuestras vidas para conjurar un mal endémico de las empresas españolas: su escasa productividad. Promete, a pesar de que en su haber, como ministra de Trabajo, la deja en mínimos. Los economistas andan todavía dando vueltas a las cifras, tratando de cuadrar el círculo, intentando entender cómo hemos llegado a marcar récord de personas ocupadas, cuando las horas trabajadas no suben. ¿Será que hemos disfrazado los parados ocultando como empleados a los fijos-discontinuos que están en barbecho? Ella acabará con ese mal. Y lo hará nada menos que creando un Consejo de Productividad.

Yolanda Díaz anuncia la economía de las personas, la del sentido común. No acaba de explicar por qué, durante su mandato, han crecido los pluriempleados como lo hacían en los tiempos de posguerra. Será, nos dirá la candidata, porque en Moncloa no le dejaron imponer su cesta básica de la compra a los supermercados.

Yolanda Díaz se ha impuesto la ardua tarea de aprobar la «gran asignatura pendiente»: la reforma empresarial. Y eso pasa por convertir las empresas en regímenes democráticos, sea lo que sea lo que esta palabra signifique para ella. Además de impuestos, impuestos y más impuestos. Ya hay colas, a la puerta de Ferrovial, para consultar cómo se hace el traslado de sede social.

Le faltan ideas y le sobran grandilocuentes propuestas. Queda el ego. Logró batir al de Iglesias, ahora tendrá que medirse con el de Pedro Sánchez. ¿Quién ganará el duelo?