Las tres taras del PSOE
El delegado del Gobierno en Madrid ha dicho en voz alta lo que buena parte de su partido piensa: que entre Bildu y el PP, siempre Bildu
El delegado del Gobierno en Madrid, un hombre del que hasta ayer mismo desconocíamos su desempeño, su nombre y su apellido, dijo en voz alta lo que la mayoría de sus jefes piensa: que les gusta mucho más Bildu que cualquier otro partido a la derecha del PSOE.
Fue en un desayuno informativo de los muchos que hay por Madrid cada semana, uno de esos foros donde se espera de los ponentes cierto nivel en la conversación, claridad de ideas. Allí, con gesto severo, como pidiendo mármol para sus palabras, el delegado del Gobierno aseguró lo siguiente: «Esos supuestos enemigos de la patria [en alusión a Bildu], esos supuestos enemigos de España, a lo largo de estos últimos cinco años, han hecho mucho más por todos los españoles y españolas, es decir por España, de lo que han hecho todos los patrioteros de pulsera juntos».
Francisco Martín es delegado del Gobierno desde marzo de este año y seguramente deje de serlo en 40 días. Nació en Madrid en 1981 –con la Constitución ya aprobada–, estudió Ingeniería de Montes, se sacó un MBA y ahora cobra 7.300 euros brutos al mes. Otro día debatiremos sobre la necesidad de que haya delegados del Gobierno. O incluso que Cataluña tenga una embajada en Buenos Aires y otra en Seúl. Pero hasta que llegue ese día, lo más reciente es que el delegado del Gobierno en Madrid ha dicho lo que buena parte de la izquierda piensa: que entre Bildu y el PP, siempre Bildu. Luego se ha disculpado, entendemos que por puro cálculo electoral (pues no conviene avivar el «Que te vote Txapote» a un mes de las elecciones), pero su reflexión evidencia varias de las taras del PSOE de este siglo, y que me propongo enumerar sin extenderme demasiado:
- La primera es pensar que los españoles les debemos la vida. Francisco Martín justifica su elogio a Bildu alegando que PP y Vox dejaron de apoyar los estados de alarma (que luego se demostraron inconstitucionales), mientras que los amigos de Otegi contribuyeron a «salvar miles y miles de vidas». Cabe recordar que España tuvo una de las gestiones de la pandemia más discutibles de toda Europa tanto por las medidas empleadas como por el resultado de las mismas. Y que Sánchez se inventó un informe de la Universidad Johns Hopkins para fingirse aplicado.
- La segunda es fiar su reputación a la mala memoria de la gente. Imbuidos por su secretario general, que no le dice la verdad ni al médico, en el PSOE llevan tiempo defendiendo una cosa y la contraria con la misma vehemencia y en multitud de materias. Eso en los tiempos del transistor y el periódico de papel te valía. Hoy te das media vuelta por Google y la hemeroteca no perdona: la mentira deja rastro.
- La tercera es su propia radicalidad. Desde los tiempos de Zapatero y su «nos-conviene-que-haya-tensión» el PSOE es un partido que resulta antipático cada vez a más personas, sin solución de continuidad. A esto ha contribuido el desprecio, cuando no el insulto, a todas las formaciones que hay a su derecha más inmediata. Llamar «patrioteros de pulsera» a PP y Vox –y por extensión a sus votantes– denota un sectarismo similar al de Podemos, que dedicó parte de su campaña en Madrid a insultar a los vecinos (y electores) de aquellos barrios que no le eran favorables. No es muy inteligente parodiar por lo que llevan en la muñeca a todos los que hoy te dan la espalda; más que nada por si algún día les quieres pedir el voto.
Con esta sucesión de torpezas, es normal que en el PP se froten las manos. Ya lo dijo Napoleón: «Si el enemigo se está equivocando, mejor no lo interrumpas».