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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las entrevistas de «Ana Rosa» Sánchez

Descartado que el «presentador» Sánchez dé la cara con periodistas como por ejemplo Bieito Rubido o Carlos Herrera, puede seguir haciendo sus pinitos de Oprah Winfrey sin recato

Cuando en 2019 el marido de Irene Montero exigió que el ya manifiestamente débil Pedro Sánchez le concediera la venia de dirigir RTVE, amén del CNI, los progres ya sabían de lo que hablaban. Lo importante no era el terrorífico paro juvenil en España, ni la caída de nuestro PIB a niveles de los países del este. Nunca nada de eso ha sido importante. No era la economía, estúpido, a diferencia de lo que le dijo un asesor a Bill Clinton en la campaña de 1992 contra Bush padre. Lo importante, estúpido, es el control de los medios. Primero hay que denostar a la prensa libre, luego señalar con nombres y apellidos a los comunicadores incómodos, y finalmente, lanzarse a hacer de periodistas. Así nacieron de las mismas tripas del bolivarismo los cachorros de Podemos: primero La Tuerka, luego las tertulias, y ahora una cadena sufragada por los currelas y con participación accionarial del independentista Roures.

Ese matonismo mediático no les ha servido de mucho a los Iglesias, que hoy sestean en la cheslong de Galapagar, prestos ya a tunear las pancartas que agitarán las calles cuando Feijóo llegue a Moncloa. Pero los mercachifles de Sánchez siguen creyendo en las dotes para el ridículo de su señorito, tras la gira mediática de esta semana. Así que de los creadores de reuniones con militantes –camuflados de ciudadanos anónimos– hemos pasado al «¿y si yo no llevo gayumbos?» con el graciosillo de Wyoming, y a estas horas, tenemos a nuestro narcisista gubernamental entrevistando a sus empleados, que es tanto como entrevistarse a sí mismo.

Difícil es imaginar que los que le deben el sueldo, la moqueta y el chófer vayan a decirle lo que los españoles probablemente le espetarán el próximo 23 de julio y que le adelantaron hace un mes. Ha empezado por José Luis Escrivá, un tierno corderito de su rebaño, tan diferente al ministro iracundo que negaba que en la Seguridad Social hubiera problemas de gestión, y que después hubo de tragarse sus palabras y tomar medidas urgentes si no quería que la Tesorería colapsara. Pedro y José Luis han tenido que anunciar mejoras sobre el permiso de paternidad y mostrar gráficas falseadas de la hucha de las pensiones para que alguien les hiciera caso.

La siguiente «víctima» del avezado entrevistador es el ministro de Agricultura, Luis Planas, uno de los pocos miembros del Gobierno con algo de solvencia a sus espaldas. Descartado que el «presentador» Sánchez dé la cara con periodistas como por ejemplo Bieito Rubido o Carlos Herrera, puede seguir haciendo sus pinitos de Oprah Winfrey sin recato. Y yo le sugiero que siente ante youtube a Irene Montero, que le facilitaría esa pieza periodística que podría quedar cincelada en la fachada del 70 de la calle Ferraz, como la esencia misma de sus cinco años de mandato. Ya me decían mis profes de la Facultad que el medio es el mensaje. Y él, en su formación aristotélica, piensa que en el medio está la virtud, y ahí anda triscando.

Así que le brindo este cuestionario para su ministra de Igualdad, aquella de la que tan orgulloso se sentía, incluso después de que vomitara el bodrio del 'solo sí es sí':

-¿Qué méritos cree usted que atesoraba cuando, por exigencia de su pareja, Mi Persona tuvo que nombrarla ministra para que Podemos me votara la investidura?

-¿Cuántos años ha cotizado a la Seguridad Social fuera de la nómina pública que le facilitó su marido?

-¿Qué le parece a una feminista como usted que su cónyuge dijera en un mensaje telefónico que a una periodista había que azotarla hasta que sangrara?

-¿Y que su hombre le guardara la tarjeta del móvil a su colaborada Dina Bousselham para «evitar la presión»?

-¿Duerme usted bien sabiendo que 115 violadores están en la calle gracias a su ley del 'solo sí es sí' y que 1.127 hayan visto rebajada su condena por agredir sexualmente a mujeres y niños?

-¿Le gustaría que su hija, cuando tenga 16 años, cambie de sexo o aborte sin conocerlo usted?

Y el aspirante a Ana Rosa podría terminar el encuentro con una pregunta que tendrían que contestar él y su ministra –ahí sigue– al alimón:

-¿Cómo vamos a compensar tú y yo a los españoles por tanta inquina, tanto odio y tanta insolvencia desplegada en tan solo un lustro de esta vieja nación llamada España?