Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Palabra de Rey

Y al que le pique, que se rasque

El Rey recibió en Sevilla el Premio Jiménez-Becerril, otorgado por la fundación del mismo nombre. Y habló. Vaya si habló. Y delante del ministro del Interior, que no sabía dónde se hallaba ni para qué. Recordó que el asesinato del matrimonio Jiménez- Becerril a manos de los socios del actual Gobierno coincidió con su trigésimo cumpleaños. «Un día que se cubrió de una profunda tristeza para mí y para toda la sociedad española que, como había hecho seis meses antes tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, volvió a llenar las calles». Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascensión García, fueron asesinados por unos terroristas etarras cuando a punto estaban de llegar a su casa. Sus hijos eran niños. Ellos eran jóvenes con toda la vida por delante. El Rey rindió homenaje a las víctimas del terrorismo. Y a sus familiares, que han sentido la distancia del desprecio político durante los últimos años. «A las víctimas les debemos tres valiosas palabras. Memoria, dignidad y reconocimiento». En el auditorio, una mujer entera con una larga vida de esperanzas y sufrimientos sobre su espalda, oía y escuchaba –no es lo mismo–, las palabras del Rey, apoyada en el brazo de su hija, Teresa Jiménez-Becerril, la indomable y magnífica hermana del concejal sevillano asesinado. Esa mujer mayor era la madre y suegra de las víctimas. Y aquí me van a perdonar todos aquellos que se escandalizan por mis inclinaciones monárquicas. Bueno, lo cierto es igual que me perdonen o no, como si les da por jugar con un tren eléctrico. Porque los Reyes, además de la «auctoritas» tienen una sensibilidad especial. Leen sus discursos y los enriquecen con párrafos improvisados. Y mirando a los ojos a la mujer mayor con la mirada ahogada en lágrimas, la madre de Alberto Jiménez-Becerril, se dirigió a ella. «No quiero terminar sin decirle, señora, que espero que estas palabras, sencillas y muy sentidas, le hayan podido reconfortar siquiera un poco, pese a lo sumamente difícil que es convivir con ese dolor y ausencia, tan injustos. Como también sé, que desde entonces, su último pensamiento cada noche es para su hijo Alberto y su nuera Ascen». Me han contado que hasta el ministro Marlasca se emocionó, si bien se recuperó de la emoción en un instante. Faltaría más. Se habrían enfadado los socios de EH Bildu.

El premio se lo entregó al Rey el hijo mayor del matrimonio asesinado, y cuyas muertes tanto jolgorio, brindis y alegría provocó entre los hijos de puta criminales encarcelados que tan maravillosamente han sido tratados por el Sánchez y su Gobierno, Marlasca incluido en el lote de la vileza y la miseria inhumana. No cabía un alfiler en el local, pero estaba presente toda la Sevilla buena, la Sevilla leal y la Sevilla valiente. También aplaudió Marlasca, más por cortesía institucional que por impulso propio. Aplaudió con muy medidas palmas, no fueran a enfadarse Sánchez, Pachi López, el Delegado del Gobierno en Madrid, Otegui y «Txapote», el esperado votante. Pero una vez más, las palabras de un Rey de España sobrevolaron a los políticos y las políticas, y de ahí su enorme valor. El gran poeta colombiano Álvaro Mutis, lo explicó claramente. «En toda sociedad es necesario que exista una autoridad moral por encima de los enfrentamientos de los partidos. Y esa autoridad moral es la del Rey».

Y al que le pique, que se rasque.