Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

A Luis Ventoso

Tu pena ha llegado a lo más hondo de mi ser, y coincido contigo en que no nos merecemos a Sánchez

Mi querido y admirado Luis: por motivos irrenunciables –la boda de una lejana parienta a la que no conocía, y que resultó un tostón– y una visita a Pineda, frontera de la Montaña Palentina con Liébana para hacer un aguardo visual de osos –que no se dignaron presentarse a pesar de mi esforzado interés–, no pude sintonizar con las 17 cadenas de televisión que han entrevistado a Pedro Sánchez. Es más; de no haber asistido a la boda de mi lejana parienta, bastante fea por cierto y muy torpe en el manejo del sable confitero para cortar la tarta, ni sentarme durante horas sobre un praderío de Pineda para observar a un oso empeñado en esconderse de mis miradas, tampoco habría visto la entrevista que Évole, la estrella de Atresmedia, grabó para hacernos ver que Sánchez –me lo han contado– es un chico que lo ha pasado muy mal durante su etapa al frente del Gobierno de España. Pero hoy, después de leer tu artículo «El mal acosa al bueno de Sánchez», he compartido ese choque de emoción fronteriza con el llanto que se resume y sintetiza en tu extraordinario texto. Hemos sido muy malos, Luis, muy malos con este buen hombre que tanto ha intentado hacer por nosotros, los españoles. Has recordado, buscando un símil de padecimiento, a Marco, el niño abandonado por su madre que emigró a Argentina y cuya despedida en el puerto de Nápoles tan inmoderadamente nos colmó de lágrimas y desasosiego. Ya en la madurez, mi versión es menos sentimental. Marco era un pelmazo, la madre estaba hasta el moño del niño, y en la primera ocasión que tuvo navegó a la otra orilla del Atlántico para no seguir soportando ni a su hijo ni a su mono. Pero ese escepticismo ante el drama lo procuran la edad y la experiencia. ¿Te acuerdas de las lágrimas de María, la niñera-monja de los hijos del barón Von Trapp en Sonrisas y Lágrimas? Cuando vi por primera vez la película, me hice parte de su pena, pero después de la decimoséptima visión, deduje que, desde el principio, su objetivo no fue otro que dar el braguetazo y casarse con el noble marino austriaco. Persona muy peculiar, por ser marino de guerra de una nación sin mar. Pero no quiero deslavazar mis argumentos.

Tu pena ha llegado a lo más hondo de mi ser, y coincido contigo en que no nos merecemos a Sánchez. Entre todos hemos provocado en su sensibilidad una herida anímica que le ha llevado a la consulta de un especialista en desórdenes de la chochola. No supimos ver, ni apreciar, el enorme esfuerzo que supuso para él tener que pactar con los separatistas catalanes y los filoetarras vascos para mantenerse en el Gobierno. Entre todos –tú y yo en primera fila– le hemos hecho sufrir con una campaña, una infecta conjura, desde la derecha política, mediática y económica. Somos culpables de hinchar la «burbuja del antisanchismo», y si bien ni tú ni yo hemos criticado a su esposa por motivos aparentes, es cierto que no la hemos defendido de las acusaciones que han atravesado su fina piel por sus sospechosos intereses en Marruecos.

Sánchez se ha sentido indefenso en su soledad, porque sólo la 1, la 2, Antena 3, La Sexta, la 4, la 5, y Movistar han estado a su servicio y bajo su control. Y de los periódicos, sólo El País, y todo el resto cada vez que mostraba a sus capitalistas propietarios los fajos de billetes de la publicidad institucional y las subvenciones para sobrevivir. Esa soledad tiene que resultar terrible.

Como cambiar de opinión, que no mentir, a favor de eliminar la sedición del Código Penal, y abrir los brazos, para culminar la reconciliación, a los golpistas y delincuentes catalanes y a los traviesos combatientes vascos, a los que hemos calificado de terroristas. Todos en la calle. Y tantas cosas más que no hemos sabido interpretar desde la objetividad y la justicia. No se ha apropiado del Tribunal Constitucional en su beneficio. No ha derrochado el dinero público. No ha dilapidado millones de euros viajando en el Falcon. ¿Has pensado, querido Luis, en lo abrumador que resulta viajar a Castellón, o a Logroño por carretera como a Valladolid y Sevilla en AVE? Por el aire se viaja mejor. Y un presidente del Gobierno no puede comportarse como un contribuyente cualquiera. Me has hecho pensar y llorar. Y te agradezco que, como Évole, hayas aprendido a valorar las causas de su tristeza en su justo término.

Otra cosa, querido Luis, es que tanto tú como yo y millones de españoles que tanto hemos contribuido a la desazón, al desprecio hacia sus actos, a sus abusos y los del resto de los ministros, a sus pretensiones republicanas y sus menosprecios al Rey, olvidando su innata humildad y encomiable modestia, estemos, a pesar del llanto que le hemos provocado, hasta los mismísimos huevos de su persona, su presidencia, su familia, sus amigos y sus ataques a los poderes que garantizan toda democracia. Y aunque lloremos arrepentidos, Luis, somos millones los que le deseamos lo que el fallido alcalde de Barcelona, Trías, les deseó a tots los que no le votaron. Pero gracias, Luis, por abrirme los ojos y llenarlos de lágrimas.

Hemos sido muy malos con él.