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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Carmen Sevilla

Carmen Sevilla se ha ido a buscar la verdadera mirada que se apoderó de los ojos de Jeffrey Hunter. Y la habrá encontrado con toda seguridad

Antes que todo, era simpatiquísima. Y nada arrogante. No tuve la suerte de conocerla en su esplendor físico y vital. Sí he visto algunas de sus películas de aquella época, y efectivamente, llevaba encima una belleza deslumbrante. Para mantenerse, apenas comía. «Nadie sabe lo que he sufrido con el hambre. Porque todo lo que comía, se me iba al trasero». Nos vimos mucho en sus años de Tele-5. Un grupo de locos hacíamos un programa Este país necesita un repaso, y siempre coincidíamos con ella, que presentaba todos los días el Tele-Cupón. Era la debilidad de Antonio Mingote, y una noche, en casa de José Luis Dibildos y Laura Valenzuela, Carmen estuvo cumbre narrándonos vivencias y recuerdos. Antonio le contó la anécdota que se atribuía a su principal valedora, Estrellita Castro. Pues eso. Que Estrellita Castro fue presentada a Jacinto Benavente, el gran dramaturgo, autor de Los Intereses Creados. Y Estrellita se emocionó. «Ay, don Jacinto, qué ganas tenía de conocerle y saludarlo. Porque tengo un hermano como usted, y mi hermano es para mí lo más grande de este mundo»; «¿Su hermano es escritor?», le preguntó don Jacinto. «No, por Dios, ojalá lo fuera. Pero es como usted. De la acera de enfrente». Antonio adornó mucho la narración, y Carmen Sevilla rompió a reír a carcajadas. «¡Muy de Estrellita!», exclamaba.

Nicholas Ray la eligió para interpretar a María Magdalena en la película Rey de Reyes, (King of Kings). El actor Jeffrey Hunter bordó el siempre dificilísimo papel de Jesús de Nazaret. Y contaba Carmen que Hunter se metió tan profundamente en el personaje divino, que en una escena, al sentirse mirada por Jesús, creyó que era el propio Jesús el que compartía la escena con ella. «Me miró, me sonrió y se me olvidó que estaba ante un actor. Era el Señor el que me miraba». Terminó trabajando bajo la dirección de Charlton Heston en Marco Antonio y Cleopatra, en el papel de Octavia, inspirada en la obra de Shakespeare. «Charlton era impresionante, pero en ocasiones parecía un caballo».

Las imágenes de Carmen Sevilla en su mejor época confirman su impresionante belleza moderna. Una belleza acompañada siempre de una sonrisa natural, no forzada. Hoy sería igual de guapa y atractiva que ayer. Hay guapas para siempre y guapas para épocas concretas. Guapas de largo recorrido y guapas hasta la siguiente parada. Y Carmen fue de las primeras, y hasta su otoño y primer invierno, mantuvo la belleza en su rostro y en su mirada y en su sonrisa. Y en su buen humor. La que más celebraba con risas sus equivocaciones semánticas era ella. «Soy mayor, pero eso no quiere decir que venga del Parque Jurídico». Su conversación con la agraciada a la que ganó en la tómbola televisiva una bicicleta, no tiene desperdicio. «Carmen, gracias por la bicicleta. El problema es que soy parapléjica». «¡Qué profesión tan bonita!», comentó Carmen. Posteriormente, ella misma se ocupó de que enviaran otro regalo a la ganadora. «Es que a veces soy muy burra y confundo las palabras».

Lo cierto es que, personalmente, Carmen Sevilla fue más grande que su filmografía. Su nombre en la cartelera era garantía de éxito. Con todo mi respeto por Sara Montiel, creo que la personalidad de Carmen la sevillana superó con creces a la guapa manchega, que sí iba de estrella de un lado al otro. Carmen iba de ella misma.

Con 92 años, y a espaldas de todos, menos de su hijo y sus cuidadores, médicos y enfermeras, Carmen Sevilla se ha ido a buscar la verdadera mirada que se apoderó de los ojos de Jeffrey Hunter. Y la habrá encontrado con toda seguridad.