¿Por qué vamos a pagar por las autovías?
El argumento de «quien usa paga» es bastante pobre. Yo no utilizo el Falcon ni las embajadas catalanas en el extranjero y sin embargo las financio generosamente... y en contra de mi voluntad
Una de las grandes mentiras de nuestro tiempo, junto con Podemos y la Dieta Dukan, es que los impuestos son para Sanidad y Educación. Si esto fuera verdad, y si tenemos en cuenta que la presión fiscal está en máximos históricos, no nos dolería nada y nadie suspendería la selectividad. Es más, sería poco probable que alguien como Adriana Lastra sonase como sustituto natural de un plagiador impenitente como Pedro Sánchez.
El pasado miércoles, el responsable económico del PP, Juan Bravo, tuvo que decir una obviedad: en 2024 está previsto que nos vayan a cobrar por usar las autovías porque así figura en el Plan de Recuperación.
Uno de los primeros en decirlo fue Pere Navarro, director de la DGT, a mediados de 2021: «No podemos cargar a los presupuestos del Estado la conservación y mantenimiento de autopistas y autovías. Y hacer que la pobre abuelita que cobra una pensión y no tiene ni coche esté pagando la conservación y el mantenimiento de las carreteras de alta velocidad. Va de suyo: el que usa paga».
El argumento resultó novedoso, por liberal, más aún conociendo la naturaleza del actual Gobierno. Sin embargo, bajo esa máscara empática con la abuelita (y sin entrar a debatir por qué carretera va el camión que le lleva los tomates al Mercadona) se esconde lo de casi siempre: atracar a la gente común. No he alcanzado aún la edad de Cristo y sin embargo recuerdo una época en la que teníamos superávit, el IVA al 16 % y podíamos ir de Madrid a Gandía sin pagar un solo peaje, de la misma forma que antes una ardilla podía recorrer España de árbol en árbol sin tocar el suelo. Queda probado entonces que más impuestos no es sinónimo de unas cuentas más saneadas.
Si queremos jugar a los liberales, adelante, pero hagámoslo con todo. Es decir, el argumento de «quien usa paga» es bastante pobre si tenemos en cuenta cómo está montado este país. Yo no vuelo en Falcon, no frecuento las embajadas catalanas en el extranjero ni veo las películas de Eduardo Casanova. Sin embargo, las financio generosamente y en contra de mi voluntad, renunciando a un dinero que podría utilizar en otras actividades que me divierten mucho más, como cenar fuera o coger aviones.
Al final, con los peajes en las autovías están disfrazando de falso ecologismo (ahora dicen que «quien contamina paga») lo que es pura avaricia. Hacienda está en récord de recaudación y sin embargo no se han reducido ni la deuda ni las listas de espera en los hospitales. Por tanto, no hay por qué admitir lecciones de empatía financiera de quien tiene la mano rota... o dispara con pólvora ajena.