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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Bajísimo nivel

La precampaña está siendo por ahora un correcalles donde nadie habla en serio sobre qué hay que hacer con España en varios asuntos capitales

Si queremos mantener una conversación de adultos, y no quedarnos en los latiguillos sectarios baratos como hacen la mayoría de nuestros políticos, hemos de asumir que España padece ocho grandes problemas:

-El primero, y el más grave por su urgencia: un presidente del Gobierno que se sostiene de la mano de partidos separatistas, que para permitirle repetir en el cargo le exigirán consultas independentistas (que él otorgará bajo algún eufemismo que permita que el TC de su leal fámulo Pumpido las valide). Este es el tema estelar que votaremos en las elecciones del 23-J, porque está en juego la propia existencia de una nación unida. O Sánchez o España. Es así.

-El segundo problema es el enorme agujero de las cuentas públicas, engrosado por los despilfarros del actual Gobierno hasta volúmenes que desconocemos; a ello hemos de añadir la ficción del sistema de pensiones, que aunque ningún partido lo asume está llamado a irse al carajo en su formulación actual (se volverá insostenible en cuanto entremos los babyboomers).

-El tercer problema radica en el modelo socialdemócrata en que en realidad vivimos, que los gobiernos del PP también han mantenido. Se basa en una fiscalidad abrasiva para sostener a cambio una malla de subsidios y despilfarro público mal planteada y excesiva. Y esto es común en España a todos los partidos, incluidos los presuntos liberales (ahí está, por ejemplo, el gasto superfluo de las televisiones autonómicas, mantenidas por partidos de todos los colores para que barran a favor del Gobierno regional de turno). Los países que han despuntando en Europa –Irlanda y Holanda– han hecho exactamente lo contrario que nosotros: apostar por una fiscalidad baja que atraiga a las empresas y montar países pensados para dar máximas facilidades a los negocios. Nuestro modelo socialdemócrata explica la endémica anomalía española de un elevadísimo paro y una epidemia de bajos salarios. Hemos apostado por el reparto de lo que hay en vez de volcarnos en crear más riqueza. Somos más socialistas que liberales. ¿Vamos a seguir por ahí o no?

-El cuarto problema es que nos resistimos a aceptar que el modelo territorial está mal diseñado. Se percibió de manera clamorosa cuando hubo que afrontar una pandemia y nos topamos con un Estado deshuesado, sin fuerza ni palancas para actuar. El modelo resulta absurdo ya en origen, pues quienes se encargan del bocado del león de la gestión y el gasto (las comunidades) no ostenta el control de la recaudación fiscal. Esa fórmula fomenta la irresponsabilidad. Además, el sistema autonómico, aprovechado deslealmente por los separatistas, ha generado un creciente extrañamiento hacia la idea de España y ha restado cohesión al país. ¿Vamos a seguir por ahí?

-El quinto problema es la educación (que en realidad es el primero, pues de ella depende el buen futuro de las naciones). En esta legislatura se ha promocionado una senda educativa nefasta: merma del esfuerzo y condena del mérito. Hay que revertirlo de inmediato. Países como Corea del Sur y China, que son nuestros competidores y nos están barriendo, han acometido un esfuerzo ingente en educación. La receta de nuestro Gobierno frente a ese envite es que los chavales no la rasquen. ¿Vamos a seguir por ahí?

-El sexto problema es el rápido deterioro de la seguridad jurídica bajo este Gobierno. Estamos dejando de ser un país fiable, con un proceso de argentinización que ahuyenta a la inversión foránea y propia. La situación de la justicia ha degenerado en un lacerante cachondeo, enferma de partidismo y saturada.

-El séptimo problema es una ingeniería social del Estado que se entromete en la privacidad, que cuestiona aspectos esenciales de la dignidad de las personas, que condena a la familia tradicional, que niega con un mohín de desprecio toda apelación a lo trascedente y que, en resumen, acogota parcelas de libertad. ¿Vamos a mantener esa losa?

-El octavo problema es que estamos viviendo una de las mayores revoluciones de la historia de la humanidad (la disrupción digital y la irrupción a saco de la IA) y no queremos darnos por enterados. Es un debate crucial que para los políticos españoles directamente no existe.

De los ocho problemas enunciados, solo se está debatiendo el primero (la necesidad de relevar a Sánchez, que sí abordan los partidos de la derecha), y un poco el sexto, la necesidad de recuperar la seguridad jurídica. Sobran latiguillos y falta hondura, pensar en serio qué España queremos en los próximos años y qué cambios se necesitan para alcanzar las metas fijadas. Pero resulta menos fatigoso y arriesgado jugar a quién ofrece la paguita más original y perder el tiempo hablando de bailes de sillas y debates semánticos inanes.

Pero ojalá me equivoque por completo y nuestros políticos al final espabilen, que podría ser…