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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Reunión en la cumbre

Greta, como nuestro Sánchez, es una derrochadora de emisiones contaminantes. Pero el mundo es así. El mentiroso, en este caso la mentirosa encumbrada, consigue con su osadía lo que se proponga

Zelensky es un hombre valiente, resistente y admirado y respetado en todo el mundo. Una fotografía con Zelensky es un salvoconducto de dignidad. Dicho lo anterior pregunto: ¿ha contratado para llevarle la jefatura de prensa al dimitido podemita de María Guardiola? ¿Quién es el tonto o la tonta que le ha recomendado –y lo que es peor–, convencido, para que organice una reunión en la cumbre referente al impacto de la guerra en el medioambiente con Greta Thunberg de invitada principal? ¿Qué beneficio consigue Zelensky? Ahora me respondo. Ninguno. ¿Le toca la lotería de esa cumbre a la caradura de Greta Thunberg? Le toca el gordo, el segundo premio, el tercero, y no contenta con ello, el bombo.

Zelensky mantiene el tipo ante la cruel invasión rusa. Todos los días su país es bombardeado. Sus ciudades aniquiladas. Decenas de miles de muertos, entre militares combatientes y civiles masacrados por los misiles de Putin. Zelensky pide, y en ocasiones mendiga, ayuda de las naciones occidentales, y su figura simboliza la capacidad de sufrimiento y resistencia de Ucrania. Se da por hecho que una guerra afecta al medioambiente. Bosques calcinados, ciudades derruidas, presas dinamitadas para inundar amplias regiones, cadáveres olvidados, cosechas arruinadas, ríos envenenados… Para eso no es necesario perder el tiempo recibiendo a la mafia que rodea a la insufrible niña y consumada farsante.

El negocio que se ha establecido en torno a ella, tan beneficioso para sus padres, hermana y demás parientes –como se escribe en las esquelas de ABC–, ha superado las expectativas y viven de él centenares de golfos. Greta Thunberg tiene más asesores que Irene Montero, si bien una de ellas es muy lista y la otra muy tonta, y no voy a apresurarme a descifrar el enigma. Greta, como nuestro Sánchez, es una derrochadora de emisiones contaminantes. Pero el mundo es así. El mentiroso, en este caso la mentirosa encumbrada, consigue con su osadía lo que se proponga. En breve se publicará la siguiente noticia: «Greta Thunberg en Roma. Mañana recibirá en su Hotel a Su Santidad el Papa, al que dedicará quince minutos de su tiempo para audiencias». Y Su Santidad le pedirá perdón por haber cazado en la infancia algunos pajarillos con un tiragomas.

Greta, además, engaña. Greta miente. Greta, finalmente, cambia de opinión. Su estatura le ayuda a ello. Todos los mandatarios del mundo la reciben y saludan como si se tratara de una niña precoz –precoz y procaz van de la mano–, cuando Greta tiene más años que el Rey Gustavo Adolfo de Suecia y la Fundación Carolina de Estocolmo. Para que un español medio lo entienda. Greta Thunberg tiene más años que la «Gwendoline» de Julio Iglesias.

No le concedería importancia al asunto del que hoy escribo si el anfitrión hubiera sido otro. Si Greta, para mantener el ritmo mercantil de su organización, solicita ser recibida por el presidente de la República de San Marino, mucho me alegraría por tan fundamental visita. Si Greta, para conocer de cerca el impacto medioambiental que origina el exceso de turismo en las islas Molucas (Republik Maluku Selatán) –que así figura en sus sellos–, es agasajada por su presidente Yodigodi Jalamán Sufú –obviamente me lo he inventado–, mucho lo celebraría. Pero que el presidente de Ucrania, nación devastada por la guerra con Rusia, pierda su tiempo recibiendo a esa botarate y montando una reunión en la cumbre para hablar del impacto medioambiental originado por la invasión armada rusa, me causa un cansancio infinito y un desasosiego profundo. Intento levantarme y me flojean las corvas. Zelensky es mi héroe, y los héroes, aunque las hagan, no trasladan a la opinión pública sus tonterías.

Mándela a paseo.