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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

No miente, sólo rectifica

El mentiroso es rápido y tiene elástica la cintura. Es hombre de reflejos. Pero curiosamente sus cambios suelen beneficiarle, nunca perjudicarle

La mentira, más que mala, es casi imposible. Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Ahora el «neomentiroso» dice que no miente (es decir, miente) sino que rectifica. Vamos, que no es mendaz sino sabio. Es alguien con mente algo voluble, pero nunca malintencionado. Uno puede decir «jamás haré tal cosa» y luego hacerla. Pero no ha engañado; sólo ha cambiado de parecer. Las promesas quedan también muy maltrechas, pues su incumplimiento sólo es imputable a un razonable cambio de opinión. Prometo ir, y no voy. Sólo he cambiado de opinión. Nunca gobernaré con Podemos. Y gobierno con Podemos. Simple rectificación. Las promesas valen lo que dura el estado de opinión de quien las emite. Todo en el hombre es voluble y efímero. Ya saben. «Prometo amarte y serte fiel». Bueno, rectificar es de sabios. ¿Quién no rectifica alguna vez? Recuerdan. «Las promesas electorales existen para ser incumplidas». Por mi parte, añado, al parecer como todas.

Imaginemos un analista político que siempre argumentara a favor del Gobierno, sea el que sea. Y siempre en su propio beneficio. ¿Mentiría acaso? No, simplemente rectificaría. Sólo los tercos mantienen la palabra dada. Ciertamente, hay casos, muy pocos, en los que se miente. Por ejemplo, cuando se afirma lo contrario de lo que uno sabe. Por ejemplo, si el presidente del Gobierno niega que lo sea, entonces miente, a menos que ignore que lo sea. Pero si presenta un programa electoral y hace todo lo contrario, se limita a rectificar. Lo que se suele llamar mentira y falsa promesa son sólo cambios de opinión.

El mentiroso es rápido y tiene elástica la cintura. Es hombre de reflejos. Pero curiosamente sus cambios suelen beneficiarle, nunca perjudicarle. Tiene además la precaución de decir en algunas ocasiones la verdad, porque si no lo hiciera, no mentiría ya que siempre sabríamos que la verdad es lo contrario de lo que dice. Hay también otra manera sutil de abolir la mentira. Si mentir es decir lo contrario de lo que se piensa, basta con no pensar para nunca mentir. ¿Se fiarían de un notario que tuviera tan extraña teoría sobre la verdad y la fe notarial? ¿Un notario amante de la rectificación y alérgico a la verdad? Jean-François Revel dijo que la principal fuerza que mueve el mundo es la mentira. Pensaba yo que podía tener razón, pero ahora resulta que la mentira apenas existe.

Algo tiene que fallar en todo esto. Armado con este andamiaje teórico, uno, en un arranque de torería política, se dispone a leer el programa electoral del PSOE, o lo que es aún peor, a escuchar un discurso del presidente del Gobierno. Se preguntará qué quedará de esto después de las elecciones. Qué parte se cumplirá y cuál quedará destinada a la rectificación. Sería un poco raro que el candidato distinguiera entre tres clases de promesas: las de obligado cumplimiento, las que serán incumplidas y las susceptibles de rectificación. El CIS podría publicar encuestas sobre la opinión de los ciudadanos sobre las promesas que serán rectificadas.

El asunto es inabarcable. Queda, entre otros, el problema de la mentira filantrópica, una de cuyas modalidades consiste en mentir a una persona en su propio beneficio. Te miento para hacerte feliz. El mentiroso, como filántropo, como rendido benefactor de la Humanidad. La mentira os hará felices, esclavos, pero felices. Claro. La verdad es dura. A veces, resulta insoportable para los hombres. Proclamemos, pues, el día universal del orgullo mentiroso. Sólo los tontos, los borrachos y los niños dicen la verdad.

Una última consideración: mentiría si dijera que este artículo no tiene su fuente de inspiración en el presidente del Gobierno.