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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Sánchez y el Falcon

El famoso avión se ha convertido en una metáfora de las mentiras, falacias y abusos del sanchismo. Y quizá en el icono de su derrota

Pedro Sánchez acudió en marzo a la XXVIII Cumbre Iberoamericana celebrada en la República Dominicana, acompañado por un séquito de 25 personas que incluyó a su esposa, Begoña Gómez, presente ya en otros viajes, incluso con agenda privada como ocurrió en Nueva York al principio de su mandato.

Hasta ahí, nada que objetar, más allá de la tendencia del presidente del Gobierno a acompañar sus desplazamientos oficiales, por nimios que sean, de un costosísimo y exagerado despliegue de recursos públicos que no se perciben, ni siquiera, en el caso del Rey de España.

Pero además de esa cita institucional, se sirvió del erario para organizar un cónclave de la Internacional Socialista, un club venido a menos que él mismo preside y tiene un carácter estrictamente partidista. Es decir, se benefició de los recursos públicos que el Estado pone a su disposición como jefe del Ejecutivo para organizar y participar en un evento ajeno a su condición de presidente, mezclando dos funciones que deben estar separadas y, en cualquier caso, nunca deben ser sufragadas al mismo tiempo por los Presupuestos Generales del Estado.

Y eso es lo que ocurrió, como reconoce la propia Moncloa en un documento oficial, en propiedad de El Debate, en el que se niega a dar detalle alguno sobre el coste o las circunstancias de esa reunión de dirigentes socialistas arguyendo que sólo organiza la agenda oficial del presidente del Gobierno.

El reconocimiento de que se trataba de un acto privado es, a la vez, una confesión del uso espurio de recursos del Estado para actividades ajenas a la función presidencial. Importa poco si el cónclave socialista fue también en la República Dominicana, o si duró poco tiempo o mucho.

Lo sustantivo es que Sánchez se sirvió de sus atribuciones institucionales para impulsar y encabezar una reunión ajena a la justificación de fletar un avión, sufragar una comitiva y pagar los ingentes gastos de todo ello.

El PP ha cargado con razón contra el líder socialista, que tiene tras de sí un formidable historial de abusos en esta área, reprendidos por el Consejo de Transparencia de manera sistemática o, incluso, por la Audiencia Nacional. Y se ha comprometido a investigar todos los vuelos de Sánchez, para pasarle a él mismo o a su partido las facturas de todos aquellos que no tuvieran relación con su cargo.

Se trata de una postura razonable que responde al malestar que tantos excesos han provocado en la opinión pública, cansada de ver a Sánchez actuar como un cacique de libro con los recursos de todos.

Porque irse de mítines, conciertos, bodas y todo tipo de actividades con coartadas penosas no es un derecho del presidente, y tratar de esconderlo a continuación o de justificarlo hinchando agendas públicas a modo de coartada, añade al bochorno una falta de pudor insólita en tan alta magistratura, rematada por los ataques personales del Dircom del PSOE a este periodista y a este medio, acusándonos en falso de propagar bulos para esconder, a duras penas, el enésimo escándalo de su patrón.

Ningún presidente tiene derecho a privatizar en su beneficio el patrimonio disponible para su cargo. Y menos a hacerlo de manera reiterada, opaca, caprichosa e insultante. Eso es lo que Sánchez viene haciendo desde 2018. Y, entre tantos errores y falacias, ésta es tal vez la que resuma simbólicamente mejor su triste mandato.